martes, 17 de febrero de 2009

CINE FRANCÉS: PARLE-MOI DE LA PLUIE

tomado de cine y letras

Este invierno es frío; tanto, que todo el mundo habla del tiempo, de la lluvia que no deja de caer, de la nieve que llega sin previsiones acertadas. Un tiempo que obliga, ineludiblemente, a hablar del cambio climático.

Al fin y al cabo, el tiempo atmosférico siempre es la excusa para iniciar o mantener una conversación. En contraste, el tiempo de la vida es efímero, y no nos permite reaccionar ante acontecimientos evidentes.

En este sentido, me sorprendió Háblame de la lluvia (Parlez-moi de la pluie), de Agnès Jaoui, una comedia costumbrista, muy actual, sincera y directa. Lo que narra no se aleja de la cotidianidad, y sin embargo, deja un margen a la sorpresa, como sucede en los mejores relatos de iniciación y autodescubrimiento.

Una eventualidad familiar sirve para desencadenar reacciones individuales adormecidas a lo largo de los años. En este caso, se trata del reencuentro de Agathe (Angès Jaoui) y su hermana Florence (Pascale Arbillot). Los suyos son dos modos de vida muy diferentes, que apuntalan el estilo de ambas, y también todo un cúmulo de sentimientos: contradictorios, sí, pero plasmados con realismo.

La afectividad sirve de la clave narrativa. Agathe se distanció de su lugar de nacimiento porque no lo soportaba. Florence se aferró a él y consiguió sobrevivir en esa pequeña ciudad. Sus vínculos se extienden hacia Minouna (Mimouna Hadji), la guardiana de la finca, y su hijo Karim (Jamel Debbouze), recepcionista de hotel y aprendiz de cineasta, quien se relaciona con Michel Ronsard (Jean-Pierre Bacri), un conocido documentalista venido a menos.

Agathe y Florence tienen que ordenar lo que su madre dejó tras su muerte. Su visión de la infancia y juventud refleja los caminos que ambas han seguido y la determinante influencia de su madre en su educación.

A modo de metáfora, las fotografías guardadas en una caja metálica transmiten antiguos recelos, y confirman el predominio de una sobre otra.

Karim no entiende por qué su madre continua trabajando para la familia como si fuera una criada. Está ilusionado con el documental que quiere hacer con Michel sobre Agathe, una mujer triunfadora metida en política. Lo que Karim desconoce es que Michel ya no es el gran director que fue en otro tiempo.

Cuando se compone un fresco humano como éste, los decorados resultan anecdóticos: interesan en mayor medida el diálogo, las inquietudes, los roces y vivencias interiores.

El encuentro de todos estos personajes va definiendo perfiles humanos que tienen un valor universal. De hecho, no hay nada en esta película francesa que resulte ajeno a cualquier espectador de otro país.

En Háblame de la lluvia queda de manifiesto que la cultura no sirve para convertir a una persona en espejo de virtudes. Cada quien, como se suele decir, afronta los problemas –sean sociales, económicos o íntimos– como mejor puede.

En ocasiones, como se advierte en Agathe, una personalidad fuerte oculta un alma debilitada por las contrariedades. No tener tiempo para pensar en las cosas más sencillas deriva en esa frustración que surge al no conseguir lo deseado, al abandonar un sueño, al perder la emoción de las pequeñas cosas. Todo ello, además, se entiende como una gran injusticia, y en definitiva, plantea un sólido argumento que permite cargar de culpa a los demás.

Ya ven cómo acaban disfrazándose las debilidades.

Ante ese chantaje emocional de Agathe, la respuesta de Florence es comprensiva, lo que no se ajusta realmente a los hechos. Es más: no siempre tienen que ser los otros quienes den el paso y muestren su apoyo a una personalidad como la de Agathe.

He aquí la lectura más profunda que admite Háblame de la lluvia: la evolución en la manera de pensar no sólo llega con la edad, sino que implica una actitud fuerte para decidir lo que uno quiere. El problema es la indefensión afectiva en la que muchas personas se encuentran. Quizás por su educación, no son capaces de dar el paso necesario para salir de la rutina, renunciando a otros alicientes.

Es el caso de Florence. Ella puede estar de acuerdo con lo que piensa su hermana sobre el papel de la mujer, pero le resulta difícil escapar del círculo en el que la ha encerrado su marido. No despide a Mimouna porque es como su madre. Se va a la cama porque su esposo no puede dormir si ella no le acompaña. Es sumisa, como Mimouna o como, en el fondo, lo es la propia Agathe.

Sin duda, Háblame de la lluvia es un filme bello, sencillo, emotivo, realista, chispeante en sus diálogos. Llega a ser soberbio en algunas situaciones –la entrevista rodeada de ovejas, el coche en la cuneta, la charla con el agricultor, el juego con la hormiga…– y mantiene un nivel excelente en su conjunto.

(Copyright © Emilio C. García Fernández) 

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