viernes, 25 de julio de 2008
LOS MUSEOS MAS VISITADOS EN 2007
jueves, 24 de julio de 2008
LA COLUMNA DE FITO PÁEZ

Harto de los dardos que se lanzan contra el director de Tiburón, el autor de Rodolfo rescata el talento del cineasta para atrapar al público con armas genuinas. Mejor que criticar, dice, es poner el ojo en la falta de industria del cine local
Todo esto depende mucho de la coyuntura crítica de la época. Nadie tiene las armas, a menos que sea un comisario del lenguaje, para decidir sobre estos temas. Así La playa del amor de Adolfo Aristarain tiene la estatura cinematográfica que poseen sus largos "serios". Y cualquier arrebato crítico ligado al día a día y a nada más debería ser repensado, ser puesto en tensión de cara al significado profundo del cine. ¿Qué es cine y qué no? ¿Quién tiene estatura moral y quién no?
Aquí, en este punto, un crítico como Serge Daney y un cineasta como Steven Spielberg son grandes hermanos cinematográficos.
Por Fito Páez
Para LA NACION
miércoles, 23 de julio de 2008
DISEÑO LATINOAMERICANO

¿Existe una identidad en el diseño latinoamericano?
Estos días está en nuestro país el diseñador brasileño Felipe Taborda, para presentar el libro Latin American Graphic Design, que junto a Julius Wiedemann ha realizado para la editorial Taschen.
Una laboriosa investigación y criba posterior donde se recoge, quizá por primera vez, una radiografía exhaustiva de la gráfica latina. Se trata de un exquisito volumen de casi seiscientas páginas que recorre el trabajo de más de doscientos diseñadores, desde los más jóvenes a los consagrados.
En un momento en el que el cartelismo está en una crisis evidente en Europa y Estados Unidos, apenas se hacen ya carteles, sigue siendo un género vivo y especialmente rico en todo el cono sur. Frente a nuestra afectada gráfica comercial, destilada y elegante, fría y meticulosamente calculada en los departamentos de marketing, Brasil, México, Argentina, Cuba y el resto de países siguen disfrutando de un diseño colorista y festivo, contundente, que no renuncia a su origen popular sino que recoge sus valores y los profesionaliza.
Cuando hace un año entrevistamos a Taborda, afirmaba: "me fascina el tema de las expresiones populares porque considero que los latinos somos fruto de todo aquello que nos rodea. La existencia de la gráfica popular tiene que ver directamente con la economía del país. Los países más desarrollados y ricos presentan menos manifestaciones populares porque se tiende a homogeneizar todo. Cuanto más pobre es el país más frecuente es esa expresión de creatividad natural, como sucede también en África". Este libro es la demostración práctica de que tenía razón.
Taborda mantiene que Portugal y España determinaron lo que debía ser leído y consumido en sus colonias del Nuevo Mundo. No le falta razón, y eso puede estar en los orígenes de un grafismo común. Pero más allá, se impone una reflexión acerca de si el diseño gráfico español ha recibido en las últimas décadas mucho más de lo que ha aportado.
Basta acercarse a la lista de nuestros Premios Nacionales de Diseño Gráfico, un total de doce, de los que cuatro son inmigrantes procedentes del otro lado del Atlántico: América Sánchez, Carlos Rolando, Mario Eskenazi, y Juan Gatti. Y a ésta lista habría que añadir los nombres de otra mucho más larga de latinoamericanos afincados en España que están en la primera línea de nuestra creatividad gráfica: Eric Olivares y Jorge Alderete (México), Flavio Morais (Brasil), Norberto Chaves, Beto Compagnucci, Lalo Quintana y Ricardo Rousselot (Argentina); la relación sería interminable.
El contenido del libro completo está accesible en la web de Taschen, algo que es muy de agradecer, otros editores deberían tomar ejemplo.
martes, 22 de julio de 2008
LAS BANDAS MAS PELIGROSAS EN EL MUNDO
Miembros: Hasta 100.000 hombres pertenecientes a los kikuyu, el mayor grupo étnico de Kenia.
Bastión: Los barrios bajos de Nairobi, desde los que dirigen redes multimillonarias de crimen organizado que controlan desde la electricidad hasta el transporte público.
Conocidos por: Antes, por llevar peinado rasta y bañarse en sangre; ahora, por practicar la circuncisión femenina y decapitar a cualquier persona que se les oponga, sean miembros de grupos étnicos rivales o conductores de minibuses desleales.
Primeiro Comando da Capital (PCC), Brasil
Miembros: 6.000 personas que cotizan y 140.000 presos y otros compañeros de viaje.
Bastión: El sistema penitenciario estatal de São Paulo y las favelas de toda la ciudad.
Conocidos por: El control brutal de la vida carcelaria, los constantes secuestros y haber puesto a São Paulo de rodillas durante cuatro días seguidos en mayo de 2006.
¿Por qué son peligrosos? La banda nació como un equipo de fútbol de la liga de prisiones, pero hoy el PCC es quien dicta la ley en las cárceles de São Paulo y, si algún preso se opone, puede perder la cabeza, literalmente. Ahora bien, la influencia de la banda se extiende mucho más allá de los muros carcelarios. Además de organizar transacciones de drogas con redes ilícitas de traficantes como el Comando Rojo de Río y las FARC colombianas, en la primavera de 2006, el PCC hizo saber al mundo que era algo más que un puñado de presos descontentos. El viernes 12 de mayo, la ciudad de São Paulo se vio sitiada cuando unos atacantes anónimos incendiaron autobuses, bancos y edificios públicos, dispararon contra la policía y crearon el caos a su paso. Al mismo tiempo, 73 centros penitenciarios de todo el Estado estallaron en una revuelta. Durante varios días, la ciudad y las cárceles estuvieron paralizadas y los dirigentes locales no supieron qué decir ni cómo reaccionar. Al final, murieron al menos 150 personas y el secretario de prisiones cesó en su puesto. Luego, casi un año después, el PCC difundió rumores sobre posibles ataques mortales, una muestra de fuerza que el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, llamó “terrorismo” y de la que dijo que había que “ocuparse con la mano dura del Estado brasileño”. Claro que, con la estructura de poder descentralizada del PCC, la mano dura podría no tener demasiado a lo que agarrarse.
Miembros: 70.000 en el mundo (60.000 en El Salvador, Honduras, Guatemala y México, más 10.000 en Estados Unidos, repartidos entre 42 Estados y la ciudad de Washington.
Bastión: Centroamérica y las barriadas estadounidenses.
Conocidos por: Tatuajes elaborados (que hacen que sea casi imposible dejar de pertenecer a la banda), peleas sangrientas en los barrios y una red flexible pero muy extensa de grupos subsidiarios, perfectos para diseminar las drogas y la violencia.
¿Por qué son peligrosos? La MS-13 se desarrolló a partir de un grupo (mara) de pandilleros salvadoreños (Salvatruchas) que huyeron a California en los 80, tras la guerra civil de su país. Con cada nueva oleada de inmigrantes vulnerables procedentes de Centroamérica, la MS-13 fue aumentando su fuerza y tamaño y formó una cohorte flexible de bandas subsidiarias semiautónomas que se extienden por Estados Unidos y Centroamérica. Aunque sus tatuajes característicos y sus estallidos violentos están presentes en toda Norteamérica, los analistas no saben aún con certeza hasta qué punto las maras están interconectadas. En Estados Unidos, las más fuertes son las del sur de California, el noreste y la costa atlántica central, incluida el área metropolitana de Washington. La primavera pasada, unos Salvatruchas hicieron pedazos a un miembro de una banda rival en Alexandria, Estado de Virginia, a las afueras de Washington. Pero las maras de Estados Unidos no son nada comparadas con las de más al sur. Nutridas de miembros deportados desde Estados Unidos, las de El Salvador, Honduras y Guatemala aterrorizan a la policía y a los vecinos en cientos de comunidades de toda la región.
Bambú Unido (Zhu Lien Bang), Taiwan
Miembros: 10.000 miembros y asociados, sobre todo de etnia china, residentes en Taiwan.
Bastión: Taiwan.
Conocidos por: Narcotráfico, contrabando de personas y acciones para callar a periodistas en lugares tan alejados como el norte de California. Por regla general: si algo es ilegal, lo hacen.
¿Por qué son peligrosos? Bambú Unido fue implantado como la mayor de varias máquinas de matar respaldadas por Pekín después de que los comunistas se hicieran con el poder en China continental. En 1984, su caza de disidentes les llevó a las afueras de San Francisco, donde asesinaron al periodista chino-americano Henry Liu en su propio garaje. Los gángsteres de esta organización siguen siendo muy internacionales, pero además ahora tienen relación con “prácticamente todas las facetas de actividad ilegal imaginables”, como el tráfico de personas, armas y drogas, según el periódico digital Asia Times. El alcance de su comercio ilícito es aún mayor por la amplitud de sus turbias redes, que les enlazan directamente con otros grupos como las tríadas chinas, la Yakuza japonesa y bandas activas en Estados Unidos, Europa y Australia. La Oficina Nacional de Seguridad de Taiwan cree que el tráfico de drogas de Bambú Unido ha llegado incluso a Corea del Norte, con la aprobación del régimen de Kim Jong Il. Es un grupo bien estructurado y clandestino, lo cual permite que sus actividades suelan pasar inadvertidas. No obstante, en mayo de 2005, para el funeral del antiguo líder de la banda Hsu Hai Ching (que, a los 93 años, había muerto ahogado con un trozo de sushi), se formó una procesión de 10 kilómetros compuesta por hombres vestidos con camisa negra que recordó a Taipei que Bambú Unido y sus homólogos de la Yakuza seguían siendo una fuerza temible.
lunes, 21 de julio de 2008
LA CONTRAOPINIÓN

El filósofo hoy en día es un ser postergado. Ya no puede pretender a la posesión de un saber total que le permita decir a sus semejantes hacia donde va el mundo. La enciclopedia de hoy tiene un billón de tomos a la que se agregan millones cada año.
domingo, 20 de julio de 2008
CINE ESPAÑOL. LA ESTÉTICA ALMODOVARIANA

Por Elvira Lindo
Para LA NACION
MADRID, 20007
Luego, en la copa, antes de que la troupe de famosos y no tan famosos españoles mareara a la estrella con autógrafos y fotos, ella se dirigió a él y con un " Hello, darling ", se le echó literalmente al cuello.
El me contó que había conocido a Liza la noche del estreno de Todo sobre mi madre , en Nueva York, hace ya unos siete años y que, insensatamente, le había pedido que cantara algo; ella, temblorosa, convaleciente de uno de sus períodos de desintoxicación, le dijo: "Puedes pedirme lo que quieras, soy hija de director y hago lo que se me pide". Almodóvar le sugirió, "arrepintiéndome casi al hacerlo porque ella estaba muy mal", que bajara las escaleras del local cantando para él "New York, New York". Lo hizo.
Eso define con mucha exactitud cuál es el tipo de relación que las estrellas, las grandes damas del cine, de aquí y de allá, han establecido con el director. Lo veneran y sueñan con que les conceda algún papel cómico, melodramático o dramático sin más, que les permita decir frases de tono grave, como: "¿Hay alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?". Ese tipo de diálogos que parecían enterrados en la memoria cinematográfica, en aquellos melodramas de los años cincuenta y que Almodóvar rescató y mezcló, literalmente, con toda una iconografía española que, en los últimos años de la transición democrática, parecía a punto de desaparecer.
Vayamos pues al pasado, al principio.
Hacía cinco años que había muerto el dictador y el país estaba inmerso en un proceso de cambio y de acoplamiento a la democracia; en ese estado de cosas era lógico que los militantes de izquierdas, a pesar de lo mucho que contribuyeron a la liberalización de las costumbres, tuvieran aún una estética de progres antifranquistas, sesudos, barbudos, un aspecto hippie pasado por la aspereza española y con el aire inequívoco de quien se ha criado en un país muy refractario a la influencia exterior. Si se era de izquierdas había que seguir, casi como dogma de fe, una serie de normas estéticas, morales y culturales, que convertían al individuo en un ser uniformado, tanto por fuera como por dentro.
La irrupción de la película de Almodóvar en ese ambiente estéticamente rancio trastocó todas las normas, como si nos hubiera descubierto algo que no sabíamos que estábamos esperando. El anhelo de una libertad, que no solo se centraba en el terreno político ni estaba dirigida solo a la discusión ideológica, sino que apelaba al lado soleado de la vida, a la diversión sin más, a la extravagancia en la indumentaria y, por supuesto, a una libertad sexual, que en la juventud antifranquista se había limitado a la liberalización de la relaciones heterosexuales, pero había ignorado, por no decir que se había mostrado reacia, al reconocimiento abierto de la homosexualidad.
Lo que la joven de dieciocho años que yo era quería ver en la gran pantalla era eso: chicas de pelo rojo, amorales, olvidadizas de la presión familiar, viciosas, amantes de la juerga y de la música, del Madrid loco de las fiestas improvisadas, de una ciudad que hacían suya recorriéndola de la periferia al centro, como si el paisaje urbano no tuviera más límites que el que pusieran sus propios pasos.
El ojo juvenil de Almodóvar retrató todos los madriles , el Madrid de barrio periférico y pobretón en el que se amontonó la inmigración que venía del sur en los años sesenta y el Madrid del centro, el que fue bautizado como el Madrid de la movida. Si la época de ese fenómeno cultural discutible llamado Movida Madrileña se situó en la década del ochenta, fue Pedro Almódovar quien certificaría su inauguración con esa primera película.
Son especialmente representativas de la época dos de las actrices que encabezan el reparto: Carmen Maura y una Alaska de apenas dieciséis años. Carmen se convirtió en la musa almodovariana durante una época y Alaska, en un ícono de la música pop y en la reina del mundo gay (aún sigue siéndolo). Carmen Maura fue algo más que una actriz para el director. Más allá del nombre, tan simbólico, Carmen representaba físicamente un tipo de española con la que cualquier mujer podía sentirse identificada. Atrás quedaban las contundentes tías buenas que llenaron las pantallas en la época del "destape", aquellos argumentos tan reaccionarios y vulgares, pero que al menos acostumbraron al pacato pueblo español a ver señoritas en pelotas y ahorraron muchos viajes de nuestros padres a Biarritz y a Perpignan. Carmen era otra cosa, Carmen era una más, una mujer de físico expresivo, aunque no despampanante, morena y pequeña, que asumía con una naturalidad pasmosa las procaces frases que Pedro ponía en su boca.
Fue tal el impacto de las primeras películas de Almodóvar, Pepi, Luci, Bom , ¿Qué he hecho yo para merecer esto? o Mujeres al borde de un ataque de nervios , que cualquiera que tuviera un oído afinado se daba cuenta de que la forma de hablar de los personajes almodovarianos se fue trasladando al habla común; es cierto que él tiene una empatía con el lenguaje popular, pero yo estoy convencida de que nosotros lo hemos copiado más a él que él a nosotros.
Siguiendo la estela de los artistas populares, sus obras se acabaron confundiendo con la realidad de tal manera que no se sabe qué existió antes, si el desparpajo de las chicas reales o el de sus películas. Las chicas de los años ochenta, aquella muchacha de veintitantos que yo era cuando trabajaba en la radio pública, asumimos el tono y la fraseología almodovarianas como si hubiera estado ahí desde siempre. Era un estilo jocoso que aún perdura en el habla corriente, expresivo, procaz, deudor de las expresiones de las abuelas pero moldeable a la realidad presente; ese estilo creó escuela también en el cine, en el periodismo, en la literatura, y yo me siento deudora de él y agradecida, porque nos ayudó a usar el lenguaje como si fuera chicle, como hacían los artistas pop, con absoluta libertad, a componer el estilo sirviéndonos de la alta cultura y de la que surge a ras de suelo.
Almodóvar fue, sobre todo, una forma de ver España. Su capacidad creativa nunca ha despreciado nada, echa mano de lo exquisito y de lo vulgar, de lo cultivado y de lo chabacano. La mezcla es insólita. Los españoles advertimos la parodia de nuestras manías y costumbres nacionales y los extranjeros no advierten lo paródico, nos ven, directamente, como el director nos pinta.
Es su cabeza la que nos ha creado. La cabeza de ese dios absoluto que ha modelado un mundo intransferible. Es la cabeza que tengo delante durante todo el concierto y que se distingue tanto de espaldas como de cara. "Es que mi físico es de campesino español. Yo siempre tuve mentalidad de alto, hasta que al final he descubierto que tengo una estatura del montón y me tengo que adaptar", dice irónicamente. Es una coquetería porque no es cierto que su físico sea vulgar, al menos no es eso lo que parece en este patio de armas reconvertido en centro cultural bajo el cielo ya sin estrellas de Madrid. Ahí están, mirándome, reclamando siempre atención con una gracia expresiva de la que se sabe dotado, esos ojos ardiente idénticos a los de los pobres ennoblecidos que retrataba Velázquez.
De Almodóvar se destacan hasta las manos, anchas, de dedos tremendos, que se abren y se cierran para enfatizar una frase, como las de las estrellas del cine mudo, y de las que él se vale continuamente para cautivar a sus interlocutores o para indicar a los actores con los que trabaja cómo han de abordar una secuencia. Es coqueto, sí, despliega una coquetería envuelta a menudo en una cierta negatividad hacia sí mismo, pero coquetería al fin y al cabo y perfectamente consciente del lugar que ocupa en el mundo.
Es el hombre ante el que se puso de rodillas Kathy Bates, el que ha escuchado insinuaciones de Lauren Bacall, Meryl Streep o tantas otras. ¿Cómo encaja eso? Probablemente, con más soledad de la que ha tenido aquel joven manchego que abandonó el pueblo para conquistar la capital. Lo ha confesado en los últimos tiempos.
Está solo o se siente solo, pero lo dice como si se tratara de algo contra lo que ya no se puede luchar ni gastar energías. Yo he visitado el terreno de su soledad. Desde Hable con ella he tenido la suerte de leer sus guiones cuando salían del horno y pasar una tarde con él charlando e intercambiando impresiones.
Debo confesar que en casi todos nuestros encuentros he servido más como oyente que como interlocutora. Pero no me importa ni me frustra; me gusta ser testigo de un proceso creativo. Por otra parte, es difícil estar al lado de Almodóvar y no asistir a una especie de monólogo trufado de gestos melodramáticos, anécdotas y expresiones hilarantes.
El interlocutor, como es mi caso, que se sabe menos rápido o menos locuaz, se retrae y se convierte en mero espectador. No cabe duda de que nació para jefe. Es difícil imaginarlo en el papel de empleado, siguiendo órdenes que no puede contradecir y callando aquella impertinencia que tiene en la punta de la lengua.
Es difícil. Almodóvar es el que manda. Está en todo, en el guión, en el decorado, en los trajes de sus actores, en la música, en los títulos de créditos. Tiene los mejores artistas a su servicio, pero él es el que manda. Por supuesto que es algo que hacen todos los directores, pero él tiene clarísimo cuál quiere que sea el resultado final en cada una de las artes que intervienen en una película.
Eso es precisamente lo que le dije aquella tarde, delante del guión de Hable con ella : "¿Qué puedo decirte yo, si tú tienes ya en la cabeza todo lo que deseas?"
Nuestras conversaciones siempre han discurrido en su territorio, en la oficina de su productora, El Deseo, en donde todos, desde su brillante productora ejecutiva, Esther García, hasta su hermano Agustín o su secretaria, Lola, pasando por los empleados, se afanan en hacerle la vida fácil para que pueda dedicarse a lo que le interesa por encima de todo, hacer películas. Almodóvar, el director que supo retratar con más tino la vida alegre y gamberra, es un trabajador obsesivo y siempre anda escribiendo varios guiones al mismo tiempo, sobre los que habla, interpreta escenas y pide consejos que no se sabe si harán mella en él.
Los decorados en los que transcurre su vida, que se diría que es sobre todo laboral, son tan expresivos como su cine y están llenos de colores, de esos objetos cañís que él convierte, con su toque, en arte moderno. En Almodóvar está muy presente su infancia, la influencia materna, la familia, las llanuras desoladas y evocadoras de la Mancha. Es de pueblo. Eso se nota y no se puede cambiar, así que ha optado por lo más inteligente, aprovechar, como hicieron García Lorca o Juan Rulfo, la expresión popular, sacarla de su contexto natural y convertirla en algo abstracto y extraño.
Eso pensábamos mi marido, Antonio Muñoz Molina, y yo, cuando asistimos hace unos seis años al estreno de Hable con ella en el Lincoln Center de Nueva York. Estábamos rodeados por el público más internacionalmente glamouroso que pueda darse. A nuestro lado, Jessica Lange, Lou Reed, Paul Auster e hija, la escritora Toni Morrison, Kathleen Turner Viéndonos allí, únicos personajes anónimos en aquel palco de oro, pensamos, si alguien nos preguntara ahora quiénes somos o qué hacemos aquí, ¿qué diríamos?
Nos reímos al pensar que lo más sensato que podríamos contestar es que éramos familia. Y no era del todo inexacto, lo que hemos sentido al ver las películas de Almodóvar en el extranjero ha sido una cercanía familiar. La misma que sentí aquella otra noche en Nueva York, cuando, desde un taxi, vi su pelo tieso, también por detrás, y salí corriendo del coche hasta que lo alcancé en una esquina de Central Park West, ¡Pedrooooo!
Una de la madrugada. Ya a punto de marcharme para casa le digo: "Me voy ya, que mañana tengo que escribir sobre ti". Me dice que él no podría escribir todo un texto seguido, sin levantarse de la silla, que últimamente duda mucho. Otra coquetería. Eso lo dice quien escribe un guión con cada mano. "Bueno, le digo, no será difícil porque conozco al personaje". O creo que lo conozco. He vivido con sus películas. He sentido la influencia de sus películas. Dejé de ser una chica de vaqueros eternos, camisa ancha y melena lánguida para pintarme los labios de rojo, acortarme la falda, volverme pelirroja y ver mi ciudad como un escenario que ha de ser usado para la vida intensa.
Camino para tomar un taxi. Me acompaña el actor Javier Cámara, amigo y actor prodigioso, que ha tenido dos papeles muy significativos en las películas de Almodóvar: el enfermero de Hable con ella y el travesti de La mala educación . Javier sabe mejor que nadie lo que supone trabajar con un director así, significa (lo han visto mis ojos) que vaya por Nueva York y haya mucha gente que lo reconozca y lo felicite por aquel Benigno loco de Talk to her . Le digo que me cuente algo especial que Almodóvar le haya dicho en alguno de estos rodajes. Se queda pensando y, de pronto, su cara se ilumina con una sonrisa. "Mira, sucedió en los primeros días de Hable con ella. Estábamos rodando una de las primeras escenas cuando, de pronto, me tomó del brazo y me dijo en un aparte: ´Javier, no sonrías tanto, que no parezca que estás encantado de trabajar con Pedro Almodóvar ". Nos da una risa que suena limpia y solitaria en este Madrid vacío de agosto.