sábado, 29 de noviembre de 2008

A TENER EN CUENTA

Ni a favor ni en contra porque nada de esto de me consta. 
Pero que ya se esté asumiendo que existe un cambio actitudinal en la nueva generación de cubanos en Miami es algo a seguir. Harán falta estudios que confirmen estas hipótesis intuitivas. 
De cualquier modo es un cambio de actitud el que se impone.
Mientras leamos, que yo seguiré subiendo todo lo que me llame la atención al respecto.
La Veitía 

Miami, la feria del libro y el quirófano de 'Nip/Tuck'
Si la imagen de las ciudades pudiera cambiarse con la misma celeridad con que hoy día se modifica el físico de la gente, quizás ya algunos habitantes de Miami habríamos hecho una colecta para ponerla en el quirófano de McNamara y Troy, los cirujanos estéticos de la popular serie Nip/Tuck. Desafortunadamente, transformar la "fisonomía cultural" de una ciudad y la percepción estereotipada que la gente tiene de ella es más complicado que hacer una liposucción o inflar unos senos con silicona. 

De acuerdo, Miami aún está lejos de ser la meca del arte y la literatura que muchos quisiéramos, pero tampoco es elpantano con el que se le continúa asociando. Puedo dar fe de ello porque vivo aquí desde hace una década y formé parte de su legión de detractores. 

En los últimos años, casi sin que nos percatáramos, la relación de la ciudad con la cultura ha ido cambiando: la existencia del Adrienne Arsht Center for Performing Arts, la realización anual de festivales internacionales de cine, ballet y teatro y de ferias de artes plásticas como Art Basel, más una red de bibliotecas públicas con 47 sucursales que envidiarían algunas grandes ciudades europeas son señales inequívocas de ello. Amén del surgimiento de nuevas galerías de arte, grupos teatrales y de danza, orquestas sinfónicas y pequeñas editoriales. Determinar en qué momento empezó el punto de giro, cuándo Miami dejó de ser simplemente la "capital de exilio cubano" para convertirse -además- en una plaza multicultural de creciente prestigio es tarea enrevesada.

Me gusta pensar que fue hace un cuarto de siglo, cuando Mitchell Kaplan, propietario de una pequeña librería, y Eduardo J. Padrón, presidente de uno de los recintos de un college local, se pusieron de acuerdo para crear la Feria Internacional del Libro de Miami, y se las ingeniaron para convencer a los incrédulos de que esa quimera podía convertirse en realidad.

En su más reciente edición, la feria, la mayor de su tipo en Estados Unidos, tuvo 250 expositores y, como es habitual, más de trescientos mil visitantes. 

El Programa de Autores Iberoamericanos, un verdadero lujo, contó con 70 invitados, buena parte de ellos, por supuesto, cubanos. 

Sin embargo, conviene recordar que aunque el número de presentaciones de libros, charlas y mesas redondas de esa sección siempre es respetable y sólo bilocándose podría uno asistir a todo lo que le interesa, las actividades en español son apenas una pequeña parte de la maratónica programación de la feria, que esta vez reunió a 400 creadores.

La nómina incluyó, entre otros "pesos pesados", a leyendas como Gore Vidal y Fernando Arrabal, a Salman Rushdie y Nélida Piñon, y a dos premios Nobel: Wole Soyinka y Derek Walcott. Y también, porque en la viña del Señor tiene que haber de todo, a una Martha Stewart que -según las malas lenguas- se negó, como toda una diva, a firmar libros viejos. 

Los stands y los auditorios abarrotados por vigésimo quinto año consecutivo son un recordatorio de que, aunque algunos sigan reacios a admitirlo -¿desconocimiento?, ¿terquedad?, ¿mala leche?-, Miami ya no sólo es el paraíso de los compradores compulsivos y de los turistas ávidos de sol. Poco a poco, con timidez, su look empieza a variar y la palabra cultura gana espacios en la vida de la gente. 

En el quirófano de Nip/Tuck la transformación habría sido fulminante, pero cuando de ciudades de emigrantes se trata, los cambios suelen ser bastante complejos... -

MARTIN SCORSESE PUBLICISTA


Últimamente el gran Martin Scorsese está trabajando más en el mundo de la publicidad que en el del cine. Las pasadas navidades nos regaló ese magnífico corto-anuncio de nueve minutos para publicitar el cava Freixenet (si no lo has visto entero aún, pincha ahora mismo esta dirección: scorsesefilmfreixenet.com). Una obra de arte que los publicitarios de todo el mundo le han agradecido rápidamente otorgándole un buen número de premios. Enhorabuena también a JWT Barcelona, la agencia de publicidad que está detrás de todo esto, por la estrategia, por matar al famoso de turno y a las bobaliconas burbujas doradas.

Supongo que Marty -así le llaman sus amigos- no se lo creerá. Su amado Hollywood tardó más de 25 largometrajes en reconocérselo. Antes tuvo que rodar varias obras maestras como 'Taxi driver', 'Toro salvaje' o 'Uno de los nuestros' hasta lograr, el pasado año, su primer Oscar como mejor director por la película 'Infiltrados'. En cambio en su casi debut en publicidad, anteriormente había rodado dos spots para American Express, consigue el reconocimiento de público (los consumidores) y crítica (los creativos).

A lo mejor el Sr. Scorsese debería abandonar el séptimo arte y montar una agencia de publicidad o una productora. Podría llamarla como su primera película '¿Quién llama a mi puerta?' Aunque casi mejor que siga haciendo películas y de vez en cuando algún que otro anuncio. Como éste que os recomiendo hoy; es su estreno como actor publicitario en un spot creado por BBDO Nueva York para su cliente AT&T. No vende nada, solo nos pide que apaguemos el móvil cuando vayamos al cine a ver una película. Algo que nadie debería recordarnos, aunque si se hacen anuncios tan divertidos como el que puedes ver aquí merece la pena. Pero mejor será que me calle. No quiero interrumpir el anuncio.

*Gerardo Silva es director creativo de la agencia Remo.

MAS SOBRE LA OLA PELICULA ALEMANA


La ola
SINOPSIS: Alemania hoy. Durante la semana de proyectos en un instituto, al profesor Rainer Wenger se le ocurre la idea de un experimento que explique a sus alumnos cuál es el funcionamiento de los gobiernos totalitarios. Comienza así un experimento que acabará con resultados trágicos. En apenas unos días, lo que comienza con una serie de ideas inocuas como la disciplina y el sentimiento de comunidad, se va convirtiendo en un movimiento real: La Ola. Al tercer día, los alumnos comienzan a aislarse y amenazarse entre sí. Cuando el conflicto finalmente rompe en violencia durante un partido de waterpolo, el profesor decide no seguir con el experimento, pero para entonces es demasiado tarde...

COMENTARIO: Parece como si en la industria cinematográfica alemana estuviera desarrollándose una actitud redentora o, si se prefiere, una idea purificadora de llevar a cabo esa, tan famosa en España, memoria histórica que en el país teutón a veces se ha tendido a querer dejar en el baúl de los olvidos. Los éxitos de El hundimientoGoodbye Lenin o La vida de los otros han puesto a Alemania de nuevo en el mapa del cine mundial, sirviéndose argumentalmente de algo de lo que anteriormente se sentían avergonzados. La ola ha sido un éxito de taquilla en Alemania y parte de un planteamiento similar al de El experimento

El director Dennis Gansel se basa en unos hechos reales que sucedieron en 1967, en los que un profesor de historia en Estados Unidos intentó hacer comprender a sus estudiantes la dimensión real de la autocracia. En realidad, la película lleva a escena el libro ‘The Wave’, escrito por Morton Rhue en 1981 y que cuenta lo acontecido en ese instituto. El experimento curiosamente narraba una historia que también había ocurrido en la realidad, sólo que en este caso había sido en 1971, aunque también en Estados Unidos. La idea que subyace en el proyecto es la de preguntarse si realmente podemos estar seguros de que un totalitarismo como los de mediados del siglo XX no podría repetirse. “¿Podría ocurrirnos algo similar otra vez, en esta Alemania actual, tan liberal e ilustrada, en la que tanto hablamos todavía del Nazismo y del TercerReich? ¿Caeríamos otra vez en el mismo error? 

Era una pregunta tan interesante que quería estudiarla más a fondo", se sincera Dennis Gansel. A este respecto, porque se trata de algo que deberían preguntarse otros muchos, los creadores del proyecto estuvieron de acuerdo en ubicar la historia en una ciudad ficticia. Además, subrayaron un tipo de entorno donde la gente vive con comodidad y protegidos, con cierta apatía y arrogancia, que según el cineasta es el mayor peligro para que la Historia se repita. Presentada en el Festival de Cine de Sundance, protagonizan la cinta Jürgen Vogel, Frederick Lau, Max Riemelt, Jennifer Ulrich, Jacob Marschenz y Cristina Do Rego.

CURIOSIDADES: El experimento real surgió de una pregunta de un alumno en una clase de instituto: "¿Cómo pudo el pueblo alemán alegar su ignorancia del genocidio judío? ¿Cómo podía la gente de las ciudades, los obreros, los profesores, los doctores, decir que no sabían nada de los campos de concentración y las matanzas? ¿Cómo gente que eran vecinos o incluso amigos de judíos podían decir que no estaban allí cuando sucedió todo?". El profesor decidió explicar el porqué con un experimento en régimen de estricta disciplina, restringiendo la libertad de los alumnos y haciendo de ellos una unidad. El nombre del movimiento fue La Tercera Ola. Los alumnos reaccionaron con entusiasmo a la obediencia exigida de ellos. El experimento, que originalmente debía durar solamente un día, pronto se extendió por toda la escuela. Aquellos que disentían fueron aislados o incluso agredidos si no se unían al movimiento, y los miembros comenzaron a espiarse y a desconfiar entre sí. En el quinto día, Ron Jones fue obligado a dar por terminado el experimento. 

TOMADO DE cinestrenos.com

CINE ALEMAN: "DIE WELLE", LA OLA.

¿Qué es lo que lleva a personas normales a apoyar sistemas autoritarios hasta el punto de ejercer la violencia en su nombre? Die Welle llega a los cines para demostrar lo rápido que se puede sucumbir a la dictadura.

La historia se desarrolla en un colegio. Es una escuela secundaria cualquiera, con alumnos normales y corrientes y un profesor que les propone, casi sin pretenderlo, un experimento. “¿Así que pensáis que hoy por hoy Alemania no podría convertirse en una dictadura?” Rainer Wenger, así se llama el docente en la película, les demostrará a sus chicos lo fácil que puede ser caer en las garras de un sistema autoritario. 

El colegio, los alumnos, el profesor y los hechos no son invención de Dennis Gansel, el director del filme. Existieron y sucedieron en 1967. Después de cinco días, Ron Jones, profesor de historia en la Cubberley High Shool de Palo Alto, Estados Unidos, tuvo que interrumpir su “The third wave” (la tercera ola), el ensayo con el que hizo comprender a sus estudiantes la dimensión real de la autocracia, con excesivo éxito.

Demasiado lejos

En 1981, el escritor estadounidense Morton Rhue narró en su libro The wave lo acontecido en la Cubberley High Shool. La traducción al alemán, aparecida tres años después, se titulóDie Welle. Bericht über einen Unterrichtsversuch, der zu weit ging. Es decir: la ola. Relato de un experimento de clase que fue demasiado lejos.

Y esa es la trama en la que se basa de Die Welle, la nueva película que cargada de caras conocidas, conocidas en Alemania, llega a los cines germanos con expectativas de ser un éxito. El papel de Rainer Wenger, Ron Jones en original, lo interpreta Jürgen Vogel, un actor de reconocida fama y aspecto desenfadado al que la figura le calza como un guante.

Los chicos, que en el filme son alemanes de 2007 y no estadounidenses en los sesenta, empezarán a adoptar símbolos para distinguirse del resto. Vivirán la experiencia de pertenecer a un grupo, dentro del cual reina la uniformidad, sumisa a una autoridad. Y acabarán defendiendo, y obedeciendo, a esa unidad más allá de lo que jamás hubieran pensado.

Un tema fascinante

En 1981, el escritor estadounidense Morton Rhue narró en su libro The wave lo acontecido en la Cubberley High Shool. La traducción al alemán, aparecida tres años después, se titulóDie Welle. Bericht über einen Unterrichtsversuch, der zu weit ging. Es decir: la ola. Relato de un experimento de clase que fue demasiado lejos.

Y esa es la trama en la que se basa de Die Welle, la nueva película que cargada de caras conocidas, conocidas en Alemania, llega a los cines germanos con expectativas de ser un éxito. El papel de Rainer Wenger, Ron Jones en original, lo interpreta Jürgen Vogel, un actor de reconocida fama y aspecto desenfadado al que la figura le calza como un guante.

Los chicos, que en el filme son alemanes de 2007 y no estadounidenses en los sesenta, empezarán a adoptar símbolos para distinguirse del resto. Vivirán la experiencia de pertenecer a un grupo, dentro del cual reina la uniformidad, sumisa a una autoridad. Y acabarán defendiendo, y obedeciendo, a esa unidad más allá de lo que jamás hubieran pensado.

Un tema fascinante

 Die Welle no es la primera película que se dedica a esta temática, y Ron Jones no ha sido el único en testar en personas el efecto que sobre ellas ejerce la mezcla de poder, ideología y sentimiento de pertenencia. Das Experiment (el experimento), un filme del también alemán Oliver Hirschbiegel, cuenta una historia similar acontecida originalmente en 1971 en la universidad californiana de Stanford.

 La pregunta de qué es lo que lleva a personas normales, incluso bien formadas e inteligentes, a someterse a principios que antes de la aparición de ciertas estructuras hubieran reprobado moralmente, y en el peor de los casos a ejercer la violencia, ha ocupado a muchos y sigue siendo un tema fascinante que al parecer no pierde vigencia con el paso de los años.

Pero además, Die Welle abre un segundo frente de debate: el que afecta a los jóvenes, a su situación en la sociedad actual, al papel de los padres y de los cada vez más difusos roles familiares. “Los chicos están siendo reducidos hoy en día al problema de la educación o la violencia juvenil. Éstos son los únicos discursos en los que se menciona a los jóvenes. Pero nunca se habla de su valor como seres humanos”, dice Vogel.

por Luna Bolívar Manaut

PARADOJA ELECTORAL DEL EXILIO CUBANO

Por  Armando de Armas 

Milán, Italia (AA)-Lo vienen anunciando desde hace por lo menos veinte años. Lo anuncian todos, o casi todos. Desde el diario La Nación de Buenos Aires a El País de Madrid. Desde el periódico El Nuevo Herald y The Miami Herald en Miami a The New York Times en Nueva York. Desde agentes de influencia del espionaje cubano a analistas políticos. De sacerdotes de la santería a sacerdotes católicos. De intelectuales y académicos a mercaderes de la industria procastrista de las agencias de viajes y envíos a la isla, esos que lucran con el dolor y el desespero de un pueblo. De escritores del vanity press a escritores consagrados. Lo dicen las encuestas y lo ratifican los enjundiosos estudios de importantes universidades sostenidas por el contribuyente estadounidense. Lo propagan las cancillerías europeas y lo repiten, como siempre, las latinoamericanas: ¡El exilio cubano de Miami ha cambiado o estaría a punto de cambiar¡

Lo cierto es que todos parecen confundir sus deseos de una realidad determinada con la realidad misma, esa empecinada contrarrevolucionaria. Y es que lo importante acá no es el cambio, si no la naturaleza de ese cambio. No veremos a nadie apostando un céntimo por el cambio de la comunidad musulmana en Milano o por el de la comunidad mexicana en Madrid, o mejor, en Los Ángeles, California. Es que se sobreentiende que esas comunidades cambien, que toda comunidad, que todo en este mundo cambie, que esa sea la naturaleza de las comunidades y las cosas.

Luego, lo que se espera de la comunidad cubana en Miami es que cambie políticamente, pero, ¿se espera, por ejemplo, que esa comunidad cambie hacia una mayor dedicación y esfuerzo y eficacia en su lucha por desmontar al régimen comunista que oprime la isla por medio siglo?, nada de eso, se espera que cambie en el sentido de la aquiescencia con ese régimen, que apoye el levantamiento del embargo y las pocas sanciones que le impiden a la dictadura ir a sus aires y regrese vacuna y vacunada a la isla a llevar dólares que siempre terminan aceitando la maquinaria represiva, que cambie en el sentido de hacer su vida en el sur floridano sin ocuparse de que sus hermanos noventa millas al sur son encarcelados por el sólo hecho de expresar ideas diferentes al gobierno, de que en el Gulag castrista se pudre desde hace años un médico negro nombrado Oscar Elías Biscet, o un escritor nombrado Normando Hernández, junto a otros, según cálculos conservadores y casi siempre interesados, cerca de 300 presos políticos.

¿Se imaginan ustedes a toda esa gente ilustre, o de lustre, deseando, pidiendo a la comunidad judía internacional que cambie, que sea menos antinazi? ¿Conocen ustedes a entidades o individuos que sean o se declaren moderadamente antinazis?

Y es que el comunismo por oscuras razones, a diferencia del nazismo, conserva aún una dosis de credibilidad y legitimidad en un rescoldo del inconsciente de alguna, demasiada gente quizá. Vaya que las víctimas del comunismo, encima de ser víctimas, han de andarse con mucho cuidado a la hora de expresar su condición de víctimas, no sea que se les acuse de descorteses, extremistas y retardatarias, y nunca faltará a mano una costosa parafernalia propagandística deseando, induciendo un cambio en la lucha y hasta en el tono de la queja de dichas víctimas.

Esa hipnopedia para el cambio, como en la novela Un mundo feliz de 
Aldous Huxley, tropieza siempre con el valladar del voto de los exiliados cubanos a la hora de las elecciones. Una y otra vez, como en el cuento de nunca acabar, los cubanos de Miami y otras partes en Estados Unidos apuestan por elegir como sus representantes a personas comprometidas con el tema de las libertades en Cuba, una y otra vez los agoreros del cambio vuelven con lo suyo. El problema acá es que tampoco hay consecuencias. Me explico. Sale un analista, cubanólogo u otra especie, y declara orondo y engolado a los medios del mundo: "El exilio cubano, sobre todos los jóvenes y recién arribados a estas costas, darán muestras de un dramático cambio en las próximas elecciones." Pero pasan las elecciones y el exilio cubano no da muestras de ningún cambio, mucho menos dramático, y nadie rechifla al profeta, ni parece recordar su fracaso, y los medios continúan citándolo, entrevistándolo como una gran autoridad en la materia. Mismo profeta que hace dos años había dicho que Raúl Castro, relegado Fidel a la condición de medio vivo o medio muerto, era un pragmático reformador, un piadoso hombre de familia que, si no un demócrata, que tampoco hay que exagerar, sí seguro conduciría la isla a una jauja a mitad de camino entre el experimento chino y el vietnamita.

El esfuerzo por inducir al cambio pudo apreciarse quizá como nunca antes durante las recién concluidas elecciones estadounidenses. Puesto que Barack Hussein Obama era el candidato del cambio, luego de ocho años de administración republicana y una crisis financiera que ni pintada, bueno, pues ahora sí el exilio estaría a punto de caramelo, quiero decir, a punto de cambio, y ocurre entonces que se manifiesta lo que he dado en llamar la paradoja electoral del exilio cubano. Paradoja porque, habiendo Obama ganado el estado de Florida, eso no podía suceder, como efectivamente no sucedió, sin que un buen número de isleños diesen su voto al afrodescendiente. Pero hete aquí que los lugartenientes demócratas de la campaña floridana de Obama, Anette Taddeo, Joe García y Raúl Martínez, con agendas encaminadas a aliviar el embargo y levantar sanciones a la dictadura, fueron ominosamente derrotados en su empeño por destronar de la Cámara de Representantes a los republicanos Iliana Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart y Lincoln Díaz-Balart.

Y es que estos tres congresistas cubanoamericanos, junto a los ahora senadores Mel Martínez, republicano de Orlando, y Bob Menéndez, demócrata de Nueva Jersey, y el congresista Albio Sires, también demócrata de Nueva Jersey, son lo responsables directos de que Estados Unidos, no importa qué partido esté en el poder, no haya pactado ya una relación de conveniencia con la dictadura cubana. Esos hombres, y esa mujer, son los exponentes del mandato del pueblo cubano libre expresado con el voto. En ellos se da además otra paradoja, la de que, contrariamente a lo dicho por Castro y sus muchachos de la izquierda, los exiliados cubanos no serían unos servidores de los intereses del gobierno estadounidense, sino exactamente al revés, el gobierno estadounidense sería un servidor de los intereses de los exiliados cubanos en tanto ciudadanos de la Unión Americana, expresión, en definitiva, de la paradoja mayor de la democracia: los gobiernos se deben a sus gobernados y no a la inversa.

La tesis de que los cubanoamericanos más jóvenes y los recién llegados de la isla habrían transmutado el espectro político del exilio porque no estarían interesados en los problemas de la isla ha fallado. La verdad es que quizá sí se esté dando ahora mismo un cambio, pero un cambio insospechado para los sostenedores de la tesis. Esos jóvenes, interesados o no en la isla, estarían cambiando, filosófica e ideológicamente hablando, hacia posiciones más sólidas de lo que se entiende como la derecha. Los verdaderos conservadores y libertarios serían los hijos de los exiliados históricos, no los exiliados históricos demasiado permeados como estarían de las ideas revolucionarias y socialdemócratas prevalecientes durante la República anterior a Fidel Castro (por ello quizá es que éste pudo confundir a la mayoría de la sociedad isleña y hacerse con el poder e implantar el comunismo), y aún los cubanos llegados en las últimas oleadas, que tras curarse el sarampión marxista, comprar la primera casa, poner el primer negocio, traer a la familia que quedó atrás, o fundar una nueva (tiempo que probablemente se correspondería con el tiempo en que se harían ciudadanos), comenzarían entonces a votar por los candidatos que prometan meter menos las manos en sus bolsillos, subir sus impuestos, y cuyo discurso se aleje lo más posible, entre más mejor, de aquel otro discurso que, en nombre de un supuesto bien común, les machacaban sin piedad por los altavoces a todas las horas del día y de la noche de sus vidas en la isla de los infiernos.
Muchas gracias.
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NOTA: Texto enviado por el autor desde Milano, donde presenta esta comunicación. en "Festival della Modernitá, la Democrazia", convocado en Milano del 28 al 30 de nov-2008, por la Universitá Internazionale del Secondo Rinascimento, la Fondazione di Cultura Internazionale Armando Verdiglioni y Edit. Spirali)

KELVIS GUARACHANDO Y DANDO "CALABOZO"

MAREA PERO ME ENCANTA

jueves, 27 de noviembre de 2008

Juan Marsé catalán y premio Cervantes 2008

(EFE).- El nuevo Premio Cervantes, el español Juan Marsé (Barcelona, 1933), es uno de los miembros más jóvenes de la Generación de los 50, un "estigma" ese de ser escritor del realismo, como él mismo dice, que ha sobrellevado con la exigencia que le dicta un apasionado y visceral sentido de la ética. 

Un compañero de generación, José Manuel Caballero Bonald -candidato al Cervantes como Marsé- asegura que nadie como él ha sabido auscultar la Barcelona de posguerra ni reflejar la marginación y pobreza de entonces y que es el que, de entre todos ellos, tiene una más saludable capacidad indagatoria. 

A pesar de que quizá sea uno de los escritores españoles de los que más novelas se han llevado al cine -desde "El embrujo de Shangai" a "Últimas tardes con Teresa"- y que ha hecho los guiones de varias de ellas, en los últimos tiempos ha renegado tanto del séptimo arte que está inmerso en un libro que es un "pequeño ajuste de cuentas" con los guionistas y directores. 

El escritor nació el 8 de enero de 1933 en Barcelona como Joan Faneca Roca, cambiado a Marsé Carbo por su familia adoptiva. 

Mal estudiante, pasaba casi todo el tiempo jugando en las calles de su barrio, más tarde escenario de prácticamente todas sus novelas, caracterizadas por un estilo dominado por la pasión más que por lo cerebral. 

Con solo 13 años tuvo que comenzar a trabajar, como aprendiz de joyero, porque encarcelaron a su padre por "rojo". 

Gracias a su amiga Paulina Crusat logró publicar sus primeros relatos en la revista "Ínsula" y en "El Ciervo" (1958) a la vez que seguía trabajando en el taller de joyería por las mañanas y por las tardes escribía para la revista de cine "Art-Cinema". 

Uno de sus relatos, "Nada para morir", gana en 1959 el Premio Sésamo y al año siguiente termina su primera novela, "Encerrados con un solo juguete". 

La presenta al Premio Biblioteca Breve de Seix Barral, en el que queda finalista aunque le abre la puerta a convertirse en uno de los autores insignia de esa editorial. 

Conoce a José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y a Carlos Barral, al que le hacía gracia un autor "proletario", según Marsé, y siguiendo su consejo se va a París donde ejerce como "garçon de laboratoire" en el Institut Pasteur y conoce al Nobel Jacques Monod, de ideología comunista. 

El escritor decide afiliarse al Partido Comunista, "porque era el único que hacía algo contra Franco" pero cuatro años después, ya en España, decide "separarse" por una cuestión de "intransigencia". 

Publica su segunda novela "Esta cara de la luna" (1962), repudiada por su autor y descolgada del catálogo de sus obras completas, y en 1965 "Últimas tardes con Teresa" (1965) -llevada al cine por Gonzalo Herralde en 1983- que le vale el Premio Biblioteca Breve en 1965. 

Abandona la joyería y "Art-Cinema" y se casa un año más tarde con Joaquina Hoyas, con quien tiene dos hijos, Alejandro y Berta. 

En 1970 edita, sin excesivo éxito, "La oscura historia de la prima Montse" y comienza un relato en el que se propone rescatar su infancia, "Si te dicen que caí" (1973), que se convertirá en su otra gran obra de madurez. 

Censurada por el régimen franquista, Marsé se ve obligado a publicarla en México, donde recibirá el Premio Internacional de Novela. Tres años después se editará en España y, en 1989, Vicente Aranda la adaptará al cine, al igual que "La muchacha de las bragas de oro", Premio Planeta 1978 y llevada a la pantalla al año siguiente. 

Retoma su visión de la Barcelona de posguerra en "Un día volveré" (1982) y en "Ronda del Guinardó", publicada en 1984, el mismo año en el que sufre un infarto. 

En 1987 publica una colección de relatos, "Teniente Bravo", y en 1990 "El amante bilingüe" -también llevada por Aranda al cine (1992)-, por la que logra el premio Ateneo de Sevilla. 

En 1994, "El embrujo de Shanghai" -película en 2002 dirigida por Fernando Trueba- le reporta el Premio de la Crítica y el Aristeión de la UE, y tres años más tarde recibe el premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe. 

Tras "La fuga del río Lobo" (1996) y "Dietario de posguerra" (1998), Marsé publica, en 2000, "Rabos de lagartija", por el que recibe el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Narrativa. 

En 2005 publica la novela "Canciones de amor en Lolita´s Club", el mismo año en el que renuncia, con gran repercusión mediática, a seguir formando parte del Premio Planeta por "la baja calidad" de los originales enviados. 

LA HISTORIA DEL PREMIO CERVANTES

(EFE)._ Instituido en 1975 por el Ministerio español de Cultura, el Premio Cervantes fue concedido por vez primera al año siguiente y, según sus bases actuales, no puede ser dividido, declarado desierto o concederse a título póstumo. 

Estas normas se establecieron después de que en la edición de 1979 el jurado decidiera conceder el Premio "ex aequo" al poeta español Gerardo Diego y al autor argentino Jorge Luis Borges. 

La española María Zambrano, galardonada en 1988, y la cubana Dulce María Loynaz, en 1992, son las únicas mujeres distinguidas en la historia del Premio. 

A partir de este año el Cervantes, que no había sufrido modificación en su dotación económica desde 1987, está retribuido con 125.000 euros (unos 160.000 dólares). 

Además, en esta edición cambió la composición del jurado para dotar de mayor presencia al mundo de las letras y las academias hispanoamericanas. 

Los candidatos pueden ser propuestos por las Academias de la Lengua Española, los anteriores premiados o por las instituciones que por su naturaleza, fines o contenidos estén vinculadas a la lengua castellana, y su nombre deberá ser comunicado al jurado antes del 1 de noviembre. 

En un acto que tiene lugar en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, la localidad madrileña donde nació Miguel de Cervantes en 1547, el rey de España entrega el galardón cada 23 de abril, aniversario de la muerte del autor de "El Quijote". 

La relación de ganadores es la siguiente: 

1976: Jorge Guillén (España) 

1977: Alejo Carpentier (Cuba) 

1978: Dámaso Alonso (España) 

1979 : Gerardo Diego (España) y Jorge Luis Borges (Argentina) 

1980: Juan Carlos Onetti (Uruguay) 

1981: Octavio Paz (México) 

1982: Luis Rosales (España) 

1983: Rafael Alberti (España) 

1984: Ernesto Sábato (Argentina) 

1985: Gonzalo Torrente Ballester (España) 

1986: Antonio Buero Vallejo (España) 

1987: Carlos Fuentes (México) 

1988: María Zambrano (España) 

1989: Augusto Roa Bastos (Paraguay) 

1990: Adolfo Bioy Casares (Argentina) 

1991: Francisco Ayala (España) 

1992: Dulce María Loynaz (Cuba) 

1993: Miguel Delibes (España) 

1994: Mario Vargas Llosa (Perú) 

1995: Camilo José Cela (España) 

1996: José García Nieto (España) 

1997: Guillermo Cabrera Infante (Cuba) 

1998: José Hierro (España) 

1999: Jorge Edwards (Chile) 

2000: Francisco Umbral (España) 

2001: Álvaro Mutis (Colombia) 

2002: José Jiménez Lozano (España) 

2003: Gonzalo Rojas (Chile) 

2004: Rafael Sánchez Ferlosio (España) 

2005: Sergio Pitol (México) 

2006: Antonio Gamoneda (España) 

2007: Juan Gelman (Argentina). 

2008: Juan Marsé (España). 

CULTURA Y MERCADO

Por Susana Reinoso 
Para LA NACION
Si cultura es todo lo que el hombre hace, bien pueden considerarse bienes culturales los reproductores de audio, MP3, aparatos de televisión, minicoponentes, cámaras filmadoras y todo insumo que permita transmitir a la población producciones y acontecimientos musicales, literarios y cinematográficas.

Es lo que revela el informe Nosotros y los otros. 

El comercio exterior de bienes culturales en América del Sur, un trabajo pormenorizado que recoge la información disponible sobre las exportaciones e importaciones de bienes culturales en siete países de la región: la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela. Y es la lógica que sigue la incorporación de esos bienes culturales en ese libro presentado ayer por el secretario de Cultura, José Nun, y que estuvo a cargo del equipo del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SinCA). 

El documento revela una profunda desproporción en el área cultural de la balanza comercial argentina, donde las importaciones ascienden a 1901 millones de dólares, superando ampliamente a las exportaciones, que suman 164,9 millones de dólares. El documento toma como ejemplo a Brasil, cuyas exportaciones alcanzan los 2967,9 millones de dólares contra 1343,7 millones por importaciones, lo que le da un superávit en su balance cultural. 

Herramientas para crear políticas 

Sin embargo, la lectura de las cifras desagregadas permite entender el diverso funcionamiento del mercado cultural en países como la Argentina, Colombia, Chile y Brasil, por nombrar algunos de los involucrados en el informe. Y, sobre todo, se observa cómo se mueven los bienes culturales hacia y desde el resto del mundo. Cuando se trata de los llamados bienes culturales caracteristicos, que son los que involucran la creación y transmisión de contenidos de carácter simbólico, Colombia y Argentina lideran el segmento, en tanto el mercado exportador brasileño, en el área cultural, se centra más en los bienes conexos y auxiliares, es decir, insumos, reproductores de sonido e imagen, equipamiento. 

El monumental mercado interno brasileño consume los bienes culturales que crea o produce. En cambio, Argentina exporta su cultura en diferentes formatos: libros, música, películas y videos. Según precisa Nun, el análisis de la economía cultural de la región permite la puesta en valor del sector como generador de divisas, ingresos y empleos. Y, sobre todo, favorece la articulación de politicas entre los países, ya que el buscador del SinCA permite cruzar datos sobre el destino y origen de las exportaciones e importaciones culturales. 

LOS CANDIDATOS AL CERVANES

MADRID (EFE).- Los escritores españoles Juan Marsé, Ana María Matute, José Manuel Caballero Bonald, Francisco Nieva y Javier Marías, así como el uruguayo Mario Benedetti, figuran entre los candidatos al Premio Cervantes 2008, que será fallado este jueves. 

El Cervantes de este año, dotado con 125.000 euros (160.000 dólares), 35.000 euros (44.800 dólares) más que en ediciones anteriores, es el primero que se otorga tras los cambios efectuados por el Ministerio español de Cultura en la composición del jurado para dar más presencia al mundo de las letras y de la cultura en general y menos a las instituciones dependientes del Gobierno. 

Dado que el poeta argentino Juan Gelman ganó en 2007 este premio, el más importante de cuantos se conceden en los países hispanohablantes, este año el galardón debería recaer en un escritor español, si se cumpliera esa ley no escrita que reparte el Cervantes alternativamente entre Hispanoamérica y España, 

Pero esa tradición se ha roto más de una vez desde que el Cervantes fue instituido en 1975 por el Ministerio de Cultura para rendir anualmente testimonio de admiración a un escritor que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer el legado literario hispánico. 

Los cambios en la composición del jurado podrían deparar también alguna sorpresa e inclinar la balanza del lado americano. En ese caso, el uruguayo Mario Benedetti, el nicaragüense Ernesto Cardenal, el chileno Nicanor Parra y la peruana Blanca Varela figuran siempre en las quinielas de los posibles premiados. 

El escritor barcelonés Juan Goytisolo era este año uno de los favoritos para este premio, denominado coloquialmente el "Nobel de las letras españolas", pero el pasado lunes ganó el Nacional de las Letras en reconocimiento a toda su carrera, y eso le resta bastantes posibilidades. Su hermano Luis, novelista de gran prestigio, es otro de los candidatos al Cervantes 2008. 

Los candidatos podrán ser propuestos por los anteriores premiados, por instituciones vinculadas a la lengua castellana y por las Academias de la Lengua. La Real Academia Española apuesta este año por Juan Marsé, Carlos Bousoño y Javier Marías. 

Escritores como el español Enrique Vila-Matas, los mexicanos José Emilio Pacheco y Fernando del Paso, el peruano Alfredo Bryce Echenique, el argentino Ricardo Piglia y el nicaragüense Sergio Ramírez suelen figurar también en las quinielas previas al Cervantes. 

La composición del jurado del Cervantes, de once miembros en esta edición, se mantiene siempre en secreto hasta el día del fallo, pero tras los nuevos criterios adoptados, al menos se sabe que formarán parte de él los dos últimos ganadores: el ya citado Gelman y el poeta Antonio Gamoneda. 

El Premio Cervantes ha distinguido hasta ahora a diecisiete escritores españoles y dieciséis latinoamericanos, de los que sólo dos han sido mujeres, la española María Zambrano y la cubana Dulce María Loynaz. 

Los galardonados en las sucesivas convocatorias han sido: Jorge Guillén (1976), Alejo Carpentier (1977), Dámaso Alonso (1978), Gerardo Diego y Jorge Luis Borges (1979), Juan Carlos Onetti (1980), Octavio Paz (1981), Luis Rosales (1982), Rafael Alberti (1983), Ernesto Sábato (1984) y Gonzalo Torrente Ballester (1985). 

El premio también ha recaído en Antonio Buero Vallejo (1986), Carlos Fuentes (1987), María Zambrano (1988), Augusto Roa Bastos (1989), Adolfo Bioy Casares (1990), Francisco Ayala (1991), Dulce María Loynaz (1992), Miguel Delibes (1993) o Mario Vargas Llosa (1994). 

Más recientemente, lo han obtenido Camilo José Cela (1995), José García Nieto (1996), Guillermo Cabrera Infante (1997), José Hierro (1998), Jorge Edwards (1999), Francisco Umbral (2000), Álvaro Mutis (2001), José Jiménez Lozano (2002), Gonzalo Rojas (2003), Rafael Sánchez Ferlosio (2004), Sergio Pitol (2005), Antonio Gamoneda (2006) y Juan Gelman (2007). 

martes, 25 de noviembre de 2008

LAS BLACBERRY Y LA SEGURIDAD NACIONAL

Por MICHAEL AGGER (SLATE*)
Imagine que usted es Barack Obama. Acaba de llevar a cabo la campaña presidencial más tecnológicamente sofisticada de la historia. Sus operarios han manejado a los medios como si de un juego de niños se tratase, mientras coordinaban operaciones de campo mediante mensajes de texto, bombardeos de e-mails, y aplicaciones para el iPhone. Ha demostrado ser un info-ejecutivo moderno con sus e-mails a las 3 A.M. y su preferencia por revisar documentos en su BlackBerry. (Bueno, lo de llevar la Berry colgada del cinturón quedaba un poco mal, pero entiendo que lo hacía para mostrar que es el típico chico que dice "voy a revisar el inventario en cuanto vuelva". Bien.)

Ahora se está usted preparando para entrar en la Casa Blanca y le van a arrancar su BlackBerry de las manos por motivos de privacidad y seguridad. Saboree la ironía: ha conquistado el Despacho Oval haciendo historia en el campo de la tecnología, para encontrarse con que ahora le piden que gobierne como en el siglo XIX. Son los ecos de Lincoln.

El resto de la Casa Blanca tendrá e-mail, por supuesto, y los ayudantes de Obama tendrán BlackBerrys atadas a sus antebrazos, pero pensar en un presidente que no esté conectado nos da una sensación de parón. En el mundo laboral, muchos de nosotros hemos presenciado momentos en los que se cae el sistema de e-mail de la oficina. La gente sale de sus despachos con cara de asombro, escupiendo sandeces —"¡No podemos hacer nada!"—. A continuación siguen las conversaciones forzosas en los pasillos. Otros se reúnen para visitar antes de tiempo el Starbucks. Alguien con determinación da un portazo y empieza a hacer llamadas telefónicas. Debajo de este aire vagamente festivo, hay una profunda incomodidad, un sentimiento de estar perdidos.

Obama está a punto de encontrarse en una isla —se acabaron los e-mails de felicitación de los amigos, los mensajes de los niños, los consejos de Scarlett Johansson (¡!)—. El presidente Bush está deseando, entre otras cosas, recuperar este canal privado: "Recuerdo que cuando era gobernador estaba en contacto con todo tipo de gente de todo el país, mandando e-mails a diestro y siniestro todo el día para mantenerme en contacto con mis amigos". Bush abandonó el e-mail cuando se convirtió en presidente.Clinton prefería el teléfono móvil para sus entrevistas nocturnas y, aunque el e-mail llegó a la Casa Blanca durante el mandato de Bush padre, él no lo usaba. Sin embargo ahora,'Papi' se define como un "cinturón negro en el envío de e-mails por vía inalámbrica". Le gusta que sus amigos le envíen mensajes durante los partidos de los Houston Astros, en los que se sienta detrás de la base de home-run y les responde con un saludo en la televisión cuando los recibe.

¿Y qué pasa con el resto de los líderes mundiales? Putin, como buen ex agente de la KGB, no usa casi nunca el teléfono móvil, por no hablar del e-mail. Los británicos tuvieron hace poco un embarazoso episodio diplomático cuando una mujer le birló su Berry a un ayudante de Gordon Brown en una discoteca china. Y, el verano pasado, el servicio de seguridad francés prohibió usar BlackBerrys al Gabinete francés, en parte por cuestiones razonables de seguridad y en parte por la razón tan francesa de que "el sistema BlackBerry se encuentra en servidores localizados en EEUU y el Reino Unido". Nicolas Sarkozy también tiene un problema de modales con las BlackBerry; el Telegraph informó de que "estuvo a punto de ofender al Papa" al echar un vistazo a su Berry en el transcurso de una audiencia con el pontífice. Sarkozy ha reducido su uso en público del móvil y la Berry como parte de sus esfuerzos para "dar una imagen de presidente". Esto parece lógico (mirar la Berry durante una conversación cara a cara sugiere una inseguridad nerviosa, mientras que dejarla tranquilamente sobre la mesa y no mirarla sugiere determinación).

Los miembros del Congreso recibieron BlackBerrys tras el 11S, cuando se desveló que estos teléfonos móvilesseguían funcionando en las Torres Gemelas después de que fallase el servicio de telefonía móvil. En la actualidad, como declaró Daniel Libit en 'Politico', el 70% del Congreso tiene una BlackBerry, dándose diferentes niveles de adicción. (La edad no es un indicador del amor por la Berry: parece que el senador Ted Stevens, de 85 años, se paseaba por los pasillos del poder ensimismado en la Berry). A algunos congresistas les encanta sentir el zumbido en el cinturón, mientras que otros se preocupan porque el Congreso ya no sea un refugio para protegerse de los electores. El artículo de 'Politico' cita a Steve Frantzich, un profesor de Ciencias Políticas, que teme por el futuro del 'platillo refrigerador' de George Washington —una metáfora que usó el primer presidente para describir el Senado como el lugar donde las ideas más exaltadas de la Casa se suavizan mediante la deliberación—. Un Capitolio que se suba al carro del push e-mail pone en peligro el ideal de 'cambio' de Obama. Uno de los mayores atractivos del e-mail, después de todo, es que se pueden evitar las conversaciones cara a cara. Es mucho más fácil ser partidario o contrario con los dedos.

Durante su campaña, Obama expresó su frustración por su agenda sobrecargada y apuntó la importancia de reservar tiempo para pensar. Así que abandonar la BlackBerry quizá no sea una dificultad, sino más bien la primera y mayor criba para aumentar la productividad de la vida presidencial. Ganar la batalla al e-mail es el sueño común de los frikis de la productividad, que aconsejan mirar el e-mail sólo dos veces al día y desactivar los avisos de mensajes recibidos. El ideal inalcanzable de productividad es un flujo de información que sólo te interrumpe cuando es importante y necesario. En realidad no queremos que no nos llegue ningún e-mail, pero sí sólo los de crucial importancia. Para tal fin, la Casa Blanca ya está diseñada como un sistema de filtrado de información, en el que sólo lo mejor y lo más urgente llegará a la mesa de Obama. El éxito o el fracaso de este sistema residen en el criterio de aquellos de quienes él se rodea.

Aún así, hay algo preocupante en que Obama deje la Berry. Ser el líder del mundo libre puede tener sus compensaciones, pero el no tener el poder de pulsar el botón de enviar debe de dar una sensación de debilidad. Estas rarezas tecnológicas en el despacho más importante sugieren incómodas asociaciones: un FBI con ordenadores cutres, un Gobierno que parece en retroceso, remoto e inútil. No hay que ser un apasionado de los ordenadores para ver que un flujo tranquilo de información puede servir de ayuda a la hora de afrontar la complejidad de la crisis financiera, de Irak, Afganistán, de la educación y de la sanidad. La política de la tecnología empieza por lo más alto. Obama debería sentar precedente teniendo la Berry a su lado: he ahí un Gobierno accesible, capaz y eficiente. Además, un hombre necesita un 'BrickBreaker' para esas largas y aburridas reuniones.

*Este artículo se ha publicado originalmente en el medio digital estadounidense Slate.


AMERICA LATINA VISTA COMO FÁBRICA DE MITOS

Para mi, que falta un mito: CUBA

MADRID, (EFE).- Unos han sido ensalzados como libertadores y otros han hecho llorar a los espectadores en un estadio de fútbol: una académica sueca ha analizado nueve mitos latinoamericanos del siglo XX y la invención que hay detrás de cada uno de ellos. 

Inger Enkvist, catedrática de Español en la Universidad de Lund, estudia a Ernesto "Che" Guevara, Carlos Gardel, Evita Perón, Rigoberta Menchú, Pablo Escobar, Fidel Castro, Frida Kahlo, Gabriel García Márquez y Diego Armando Maradona en "Iconos latinoamericanos. 9 mitos del populismo del siglo XX", presentado hoy en Madrid. 

Todos ellos tienen en común el deseo de ser populares y de ser queridos por la sociedad, así como el hecho de que su imagen ha calado en el imaginario colectivo a través, fundamentalmente, de los medios de comunicación, según la escritora. 

En el libro, Enkvist, que ha dedicado tres años al estudio de estos personajes, analiza la trayectoria personal y la obra de cada uno de ellos, pero también el proceso a través del cual se han convertido en mitos. 

Y así se pregunta cómo estos nueve personajes "llegaron a ser lo que fueron", "con ayuda de quién subieron esos peldaños" y "cómo fueron utilizados durante su vida y después de muertos". 

"Siempre hay una distancia entre la persona y su imagen, pero no siempre es por maldad de la persona. La distancia puede haber surgido porque esa persona ha sido utilizada por otras", explicó la escritora tras la presentación del libro. 

A su juicio, Evita, "obviamente fue utilizada" por su marido, Juan Domingo Perón, aunque "ella gozó mucho de la situación". 

Y Rigoberta Menchú, sobreviviente del conflicto armado que azotó su país, Guatemala, y que se convirtió en 1992 en la primera mujer indígena en recibir un Premio Nobel de la Paz, "fue aprovechada por otros, pero también se instaló en la fama, empezó a pensar que era una persona importante". 

Enkvist puso de manifiesto cómo ninguno de estos nueve mitos del siglo XX era un intelectual, incluso tenían "una base educativa débil", y destacó las conexiones y admiraciones entre algunos de ellos, algunas de ellas "sorprendentes". 

"Pablo Escobar admiraba mucho a Fidel y al ´Che´, porque en su actividad criminal el narcotraficante colombiano tenía que ser táctico. Y le fue muy bien. Admiró la manera de pensar de esos guerrilleros", indicó. 

Y "Rigoberta firmó hace poco una carta de apoyo a Fidel Castro", añadió. 

Para hacer esa selección, la autora ha dejado fuera otras grandes figuras latinoamericanas del siglo XX como Hugo Chávez y el Subcomandante Marcos, "por tener perfiles similares a Castro"; Mario Moreno "Cantinflas", "por el poco material que existe sobre él", y Salvador Allende. 

En la presentación, en la Casa de América de Madrid, el escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, hizo hincapié como en muchas ocasiones "Europa fabrica los mitos latinoamericanos" y "los proyecta" sobre ese continente.