viernes, 3 de octubre de 2008

¿POR QUÉ LA POLICÍA ES RACISTA?

Este trabajo me fue enviado desde la Habana por mi amiga Vivian Montane, quien me pidió que por favor, lo subiera al Blog porque le parecía algo interesante para compartir. Yo, ya saben nunca opino en voz alta. ¿Es que acaso no se nota cual es mi posición?
Les dejo con la sugerencia de mi amiga.

Ponencia presentada en el Tercer Taller del Comité Ciudadano por la Integración Racial 

 Autor Manuel Cuesta Morúa

¿Por qué la policía es racista?  

Como decía Cesar Vallejo de algunos escribientes, redacto este texto sudando. Con  esa expresión casi metafórica, Vallejo insinuaba que existían personas que exponían sus ideas desde la pasión, olvidando las reglas aceptadas de la escritura correcta. Era tan vivo, ardiente y sensible el tema sobre el que escribían, que no se detenían ante el diccionario o los manuales de gramática para arreglar la frase según los cánones establecidos por su lengua particular.

Sin embargo, voy a tratar de no atenerme enteramente al sentido de la expresión, porque me parece importante la claridad expositiva en un tema tan visceral como el del racismo en Cuba. Me quedo, eso sí, con la pasión, sin perder la racionalidad, que parece ser el único ángulo desde el que aparece con claridad un problema que todavía se tiende a negar.

El título de este texto, que pretendo ampliar y pulir más adelante, es inequívoco. No pregunto si la policía es racista, sino por qué lo es. Doy por sentado que el programa para enfrentar el “delito” –pongo delito entre comillas por razones que explicaré más adelante– tiene claras pautas racistas y se estructura para el control institucional de un sector que, cultural y sociológicamente, se percibe como contrario al modelo de integración propuesto por el Estado. Pese al discurso del gobierno.

Ahora bien, aunque lo parezca, este texto no es político. Al preguntar el por qué de este hecho, intento hacer una indagación cultural y sociológica que se prolonga a un tiempo muy anterior a los últimos 50 años.   

¿Hasta dónde llegar mirando atrás?

Hasta España, en el siglo XIX, con la figura de Rafael Salillas, un importante médico criminólogo, que en 1888 escribió un libro que hizo época, La Vida Penal en España, y fue fundamental en la obra de Fernando Ortiz. Salillas, un autor básico en el estudio de la picaresca española y en la obra de Cervantes, consideraba a ambas como precursoras de la etnología criminal. Estuvo en Ceuta, a donde fueron llevados en calidad de presos miembros de la entonces proscrita secta Abakúa, a los que interrogó durante sus viajes a esta posesión española del norte de África.  

El trabajo de Salillas se explica por una visión sociológica, que yo comparto, según la cual el hampa constituye el estrato social donde lo humano, lo terriblemente humano se manifiesta al desnudo, por lo cual sirve para comprender, no al hampa en sí misma, sino desde ella al resto de la sociedad y la cultura”, tal y como bien lo expresa Roberto González Echevarría, un cubano profesor de la Universidad Norteamericana de Yale.

Pues bien, Ortiz asume esta perspectiva y la aplica a su estudio de lo que llamó el Hampa afrocubana, título de un libro que publicó en 1906 y en el que se puede leer esta frase:  

“Si en Cuba hubiera una verdadera colonia penitenciaria, el problema (el aislamiento del brujo) estaría casi resuelto, pues en ellas los brujos podrían ser dedicados a trabajos especiales, aislados de las demás categorías”.

Pero en el caso cubano, como también en el brasileño, está visión anidó un “prejuicio” –palabra que también pongo entre comillas por razones que se exponen en un trabajo que presentará una de las miembros del Patronato del CIR– que un autor como el mismo González Echevarría fue capaz de expresar, al referirse, y en el siglo XXI, a los negros que estudió Ortiz en el siglo XX. Asumiendo el lenguaje del primer Ortiz, sin una crítica juiciosa, Echevarría llama a aquellos “submundo afrocubano”.

Ahora bien, para comprender a Ortiz, habría que describir la trayectoria de Salillas y sus implicaciones en Cuba, siguiendo la ruta de Cesare Lombroso, el famoso criminalista italiano del siglo XIX y a quien se debe la invención del término “antropología criminal”.

¿Qué había hecho Lombroso? En su libro Los palimpsestos de las prisiones de 1894, Lombroso recopila durante cuatro años tatuajes y graffiti en cárceles italianas. E iba tras ellos no como escritura exótica sino como archivo ambulante y medio de comunicación en cautiverio. Proceso que convierte al tatuaje y al graffiti en lenguajes secretos. El tatuaje es pues un indicio y un lenguaje que el referido Salillas rastrea en los diferentes presidios de la España del siglo XIX. Y ello lleva al concepto de prevenir, no de curar y al consiguiente desarrollo de la “policía científica”, que encubre a la antropología criminal y que buscaba eliminar todo tipo de sociedades secretas: concebidas como cuna de la delincuencia. Y vista en retrospectiva, esta antropología criminal fue la antesala del fascismo de los años 20 en Italia.

Salillas siguió a Lombroso. Y en su texto fundamental de 1898, Hampa (antropología picaresca), en el que se puede rastrear a Lombroso, se sientan las bases de la antropología afrorománica que inició Ortiz en Cuba, que hace derivar la antropología hacia el lenguaje como fuente para penetrar la criminalidad. El concepto eje de todo esto es el de “degeneración” que describe la última etapa, la del delincuente, después del hombre progresivo, el civilizado; y del hombre retrasado, que era el salvaje en esa visión.

Por eso Ortiz estudia primero a los negros brujos (los ñañigos, el término despectivo de los Abakúas), con su lenguaje secreto. Y la diferencia que sigue es importante. Mientras Lombroso sigue la frenología, que nos dice que los delincuentes responden a un tipo humano anatómico (tamaño específico de la cabeza, del cerebro, grado de inteligencia, orejas, dientes, etc), más los ambientes sociales, Salillas y Ortiz siguen el estudio del lenguaje, que era la otra pata de la criminología de Lombroso, más el ambiente social. La antropología literaria, que daría paso más tarde a la antropología cultural, nace de este modo en la tradición latina. Y mientras Salillas estudia a los pícaros del Lazarillo de Tormes, un texto anónimo del siglo XVI español, y a los guapos de Sevilla, Ortiz se abre paso entre las sociedades secretas de La Habana, concretamente del municipio de Regla, inaugurando para siempre, sin pretenderlo, una antropología criminal fundada en los rasgos culturales de los negros. A partir de entonces, todo lenguaje que no se entienda, oculto o secreto, es culturalmente sospechoso de criminalidad.

Lombroso está siempre presente, no obstante, porque establece rasgos específicos que encasillan al criminal. Tipo anatómico o tipo cultural funcionan del mismo modo para clasificar a determinadas categorías sociales o culturales dentro de una fatalidad criminal.

Es interesante que la protesta contra este tipo de criminología, que al finalizar el siglo XIX iba perdiendo influencia, proviniera de un escritor polaco-británico, Joseph Conrad, de una manera y con una argumentación que viene siendo retomada por criminólogos importantes en este siglo XXI como es el caso del noruego Nils Christie.

Escuchemos a Conrad: y cito in extenso:

“Lombroso es un burro… ¿Has visto alguna vez a un idiota semejante? Para él, el delincuente es el preso. Simple, ¿no? ¿Y qué hay de los que lo encerraron  –de los que lo forzaron a estar allí. Eso. Que lo forzaron a entrar allí. ¿Y qué es el delito? ¿Lo sabe acaso ese imbécil, que se ha abierto camino en este mundo de tontos hartados mirando orejas y dientes de un montón de pobres diablos y desgraciados? ¿Las orejas (el color de la piel digo yo) y los dientes señalan al delincuente? ¿De veras? ¿Y qué hay de la ley que lo señala aún más –ese instrumento que lo marca a fuego y que inventaron los sobrealimentados para protegerse de los hambrientos?...”

Pero las limitaciones de esta criminología quedaron expuestas con el paso del tiempo. Y el lenguaje de los reales y supuestos marginales, que era leído como la envoltura semántica del delito, volvió a  ser lo que siempre había sido: un indicador del estado de la lengua en determinadas épocas. Ortiz salta de la criminología a la cultura.

Este desarrollo se produjo también en un lugar como Brasil, donde un eminente antropólogo, Nina Rodrigues, originalmente médico, empezó sus andanzas por la antropología criminal en la vía de Lombroso. Rodrigues escribió en 1894 un libro titulado La responsabilidad penal de los negros, conectando con las limitaciones racistas de la época. Pero como Ortiz, zarpó hacia otras tierras más promisorias y es responsable en Brasil de la fuerte impronta del sincretismo que llevó incorporar, en fechas bastante tempranas, la conciencia de lo africano en la conformación de la nación. Suerte que no tuvo Ortiz en Cuba, donde la nación pretendió y sigue pretendiendo ser un producto del Estado, no de la cultura.

Pero si los creadores del “prejuicio” abandonaron el mal camino, no se percataron de que habían fundado un paradigma, un arquetipo, una referencia, un dogma, una caracterización –me gustaría que fijaran este último concepto– que penetró en la sociedad y la atrapó, como el fuego a la paja, hasta nuestros días.

Es interesante notar que en el caso del brasileño, la conversión, el abandono del camino, provino de la conmoción que a fines del siglo XIX ocurrió en Bahía, una ciudad-Estado brasileña, provocada por una ola de violencia que sacudió a los cultos de origen africano, y que, para asombro y disgusto de la prensa, revelaba la presencia de muchos blancos participando en los sacrificios y prácticas vedadas por la iglesia católica.  La pregunta oculta de Nina Rodrigues podía haber sido: ¿hay tipos humanos criminales?

De la Trilogía de los Negros que escribió Ortiz, el más influyente en Cuba, en la elite, desde el punto de vista cultural, ha sido sin dudas Hampa afro-cubana, publicado en 1906. Ni Los negros esclavos, escrito en 1916, ni Los negros curros, publicado en 1986 mucho después de muerto Ortiz, han ejercido la influencia de aquel primer texto sobre el modo de pensar de los cubanos. Cierto es que la transculturación ha sido el concepto más feliz que ha recorrido nuestro pensamiento cultural, después de aparecido…, pero este concepto no ha podido barrer el influjo del primero, menos conocido o popularizado. Y Hampa afro-cubana, refleja los escritos de Ortiz, de 1904, publicados en los Archivos de Psiquiatría, una revista fundada por el referido Lombroso.   

Recordemos que en ese primer libro, Ortiz hace referencia al crimen de la niña blanca Zoila, supuestamente a manos de un brujo negro, el congo Bocú, lo que le permite describir y exponer “científicamente” qué es un delito negro. Ocurrido en 1904, este fue un crimen que pasmó a la sociedad habanera. Y aunque nunca se pudo demostrar la supuesta autoría conga, sirvió para insertarlo en un ritual que explicaba el crimen como la reparación de un daño hecho en tiempos de la esclavitud. Se decía entonces que, siguiendo algún rito africano de la fecundidad, la mujer estéril que comiera el corazón de una niña blanca, podría concebir hijos. De ahí la necesidad que veía Ortiz de prohibir la brujería, como modo de desafricanizar Cuba, lo mismo que pretendía Nina Rodrigues para el Brasil.   

Recordemos que Ortiz y Nina evolucionaron, abandonando toda pretensión científica de explicar un tipo de delito negro. Pero la cultura, entendida como las significaciones simbólicas dominantes que sirven de base crítica a la convivencia social, invirtió los términos y dijo que si bien Lombroso no tenía razón, es decir, que no se puede justificar científicamente el delito negro, si se puede afirmar que el negro es para el delito. Por eso cuando Ortiz concibe e introduce el término afrocubano, por el cual es considerado el tercer descubridor de Cuba, después de Cristóbal Colón y Alejandro de Humboldt, la cultura dominante le dice que no, que en Cuba solo existe el cubano –más que negro, más que blanco, más que mulato, al decir de José Martí– escamoteando y confinando al afrocubano, sin embargo, en la cárcel y en la marginalidad social.

El negro para el delito sustituye al delito negro en la imaginación y simbología nacional. Y nadie ha logrado sacarlo de ahí.

Y el ñañigo es el matón por excelencia. En 1908, Rafael Roche, un inspector de policía, catapultó a los abakúas a la categoría de matones por excelencia. Roche le da impulso a la antropología criminal o a la criminología literaria que intenta reconocer el crimen por el tatuaje y el lenguaje. ¿Qué significa ñanigo? Según Ortiz, ñaña más ngo, una voz conga, significa leopardo misterioso, maldito, mágico.

Es importante recordar que la mala reputación de los abakúas venía de la época de la abolición de la esclavitud, en que fueron hechos responsables de una diversidad de crímenes. Y fue el propio Roche quien desprestigió al ñañiguismo por haber sido él mismo iniciado en el misterio de los abakúas y querer violarlo a costa de sus ecobios o hermanos de culto. De hecho, muchos informantes achacaban la ola de horror desatada en torno a los ñañigos a la entrada de blancos dentro de las potencias, el primero de los cuales fue el legendario Andrés Petit, en 1857.

Esta petrificación del negro dentro del delito o de las situaciones delictuosas cuenta hoy por tanto con el mejor aliado: los fundamentos de la cultura. Uso el término cultura en su acepción antropológica: las significaciones simbólicas dominantes que sirven de base a la convivencia social. Traducido al cubano, esto significa lo siguiente: los “prejuicios” que todos tenemos metido en la cabeza, reproducidos constantemente, como el comejen en una madera podrida, y que pasan de generación en generación.

En el nivel cultural, no hay manera de evitar que las personas se lleven la mano a la cartera cuando ven venir a la negrada, como dijo alguna vez un altísimo funcionario cubano, o a un hato de negros como le escuche decir a una negra un día cualquiera en esta ciudad. 

Visto así, se simplifica el proceso de doble institucionalización actual del racismo en la policía: como hábito cultural: la tendencia natural a interpelar a un negro en la calle es vista como normal y es banalizada por la sociedad, y como diseño institucional: la profilaxis programada del posible delito, que en la criminología científica cubana se llama caracterización policial y que, como toda criminología que se basa en la ciencia, intenta siempre prevenir ante la posibilidad de un hecho delictuoso.

Debo decirles que personalmente he hecho mi pequeño trabajo antropológico para asegurarme bien, antes de afirmar, como afirmo, que en Cuba existe el racismo institucionalizado a través de la policía.

Este pequeño trabajo de campo lo realicé en el 2005 cuando me “hice” detener en tres ocasiones por la policía. No por la Seguridad del Estado, sino por la policía encargada del orden ciudadano. Decir que me “hice” detener no significa que cometí algún delito. Significa que me negué en tales ocasiones a convalidar una práctica policial que no tiene respaldo legal y que consiste en pedirle el carné de identidad a cualquier ciudadano en la calle, sin que este haya cometido delito o sea sospechoso de haberlo cometido.

El procedimiento, simple, en este trabajo de campo es el siguiente: un policía te pide el carné de identidad tras una pequeña observación a distancia, –mientras más subjetiva mejor–, que le dice que probablemente usted viene o se encamina a la comisión de un delito. El pedido puede ser respetuoso o arrogante, pero la diferencia solo importa aquí para distinguir un tipo de tratamiento que, respetuosa o arrogantemente, le considera como un posible delincuente, obligado a demostrar que no lo es. Tras este lance, viene la reacción, que es negarse a entregar el carné de identidad, al mismo tiempo que se preguntan las razones del por qué de semejante interrupción policial de la marcha, y se explican las razones de por qué no se está obligado a entregar el carné sin previa especificación de causas.

El resultado de este proceso es variado, pero casi siempre oscila entre estas tres posibilidades: o el policía le deja continuar la marcha, convencido de que usted no es un posible delincuente porque conoce de leyes –posibilidad remota que no te permite obtener mucha información de campo–, o el policía se molesta y le conduce a la estación por desacato con un decreto-ley desconectado de la ley –y es esta la posibilidad más común, en la que uno obtiene información por observación visual, al llegar a la estación de policía y ver que la mayoría de los detenidos son negros–, o, finalmente, el policía intercambia con el interpelado, aunque lo conduzca o no a la estación, –eso depende de otras circunstancias–, y se le puede extraer entonces, mediante la observación-participante, como la llamó Bronislaw Malinowski, el famoso antropólogo polaco-británico, la información concreta sobre las razones de la interpelación policial: y estas siempre terminan en la famosa caracterización.   

¿Qué es la caracterización? Confieso que no he podido conseguir un texto, si existe, donde se explique qué se entiende por caracterización policial. Pero el texto no es fundamental, porque a efectos puramente antropológicos, el lenguaje oral es tan o más importante que cualquier cosa escrita. Sobre todo en Cuba. De manera que, a partir de preguntas a otros detenidos, de escuchar la radio transmisión interpolicial, de la observación meramente visual y de la confesión de parte, podríamos definir la caracterización policial así: persona de tez negra, básicamente hombre, de entre 18 y 40 años, –aunque dice el mito que a los negros no se le ve la edad–, de caminar estrafalario tipo andaluz, es decir de mucho vaivén en los brazos y ligeramente inclinado hacia los lados, con mochila y casi siempre en compañía de otros, sin son negros peor, y que gusta de andar en la calle a altas horas de la noche por lugares en penumbra o en tumultos festivos.  

Esta caracterización tiene, como he tratado de demostrar, un sustento cultural, lo que facilita su férrea aplicación cuando se codifica en un diseño institucional como es el de la acción definida para los cuerpos policiales de todo el país. De hecho, la planta cultural hace innecesario el papel, la escritura, porque la función del texto es lograr, a través de la lectura, la incorporación de un saber, de una información o de un procedimiento que no se domina. Y esta actitud ya está incorporada en las conductas de los cubanos por el saber cultural, en el sentido de sabiduría, que como sabemos no requiere de libros.

De más está decir que la caracterización policial actúa en términos psicológicos como profecía autocumplida, donde ocurre exactamente lo que se ve de antemano, y como pensamiento desiderativo, donde los hechos suceden después de haberlos atraídos tanto con el pensamiento. Y como son muchos los policías, pues hay muchos negros presos o que ahora mismo están siendo interpelados en cualquier punto o rincón del país.

Ello conlleva a lo que alguien llamó el vértigo del vientre. Debo decir que este concepto se lo he robado realmente al trabajo que hacía referencia, que será presentado en este taller, y que trata sobre racismo lingüístico o racismo popular, a través de la copiosidad de frases racistas que inundan el lenguaje comunicacional de los cubanos; dicen algunos que jugando o como simple efecto del rezago del pasado. Bueno, prosiguiendo, podemos definir al vértigo del vientre como la fatal atracción a la que se abisma el negro cada vez que se remite su actitud a la simple condición de haber nacido de un vientre negro. Un concepto circular que refleja la circularidad del negro definida por una antropología criminal heredada. 

Y esto se ve mejor y más claro en el caso del delito. Semejante círculo vicioso fractura a la sociedad. Si cubano es más que blanco, más que negro, más que mulato, cabe preguntarse por qué no es así con la entrada en escena del código penal y de los procedimientos institucionalizados de la policía.

Debo confesar que en las últimas semanas he visto a algunos policías interpelando a los ciudadanos, independientemente del color de la piel. No lo considero desde luego un progreso porque en el fondo lo que está en juego es la combinación de la cultura heredada y las condiciones sociales en las que se vive, y estas marginan más a los negros, y porque al tiempo que el debate social y cultural sobre el problema del racismo, hace falta  una discusión misma del concepto de delito, históricamente asociado a los negros en Cuba, pero que afecta en su fácil disponibilidad a todos los cubanos. Y el concepto del delito no es poca cosa porque refleja cómo una sociedad ve a los demás y se ve a sí misma. Es un eje estructurante de la vida civil y de la cultura.   

Y hoy por hoy casi todo es delito en Cuba, precisamente cuando importantes estudiosos de la sociedad están contestando el concepto mismo de delito.

Mencioné anteriormente al sociólogo noruego Nils Christie. Desde la sociología y en el siglo XXI, este coincide con el escritor Joseph Conrad casi un siglo después. Nils ha escrito varias trabajos, a partir de sesudos estudios, en los que afirma que el delito no existe, que es algo construido por los poderosos para protegerse de la sociedad, no para protegerla precisamente; donde afirma que las prisiones no deben existir porque no son más que escuelas para el delito, y donde dice cosas valiosísimas para una sociología y antropología profundas que realmente tomen en serio el destino de la persona humana. Ideas controversiales pero de futuro. Y una de sus constataciones me impacta por su claridad.

Dice Nils: “lo que se hace con las personas que se identifica como delincuentes indica el tipo de sociedad que se tiene”. Se entenderá mejor entonces por qué afirmo que la policía en Cuba es, simplemente, racista.      

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuesta Morúa,si no me equivoco,es una de la voces más preclaras de la disidencia cubana.
Qué existe,y no es tan numerosa cómo debiera (muchos cubanos hemos optado por callarnos para no provocar,ó marcharnos) ni tan pequeña,cómo dice el gobierno cubano.
De cualquier manera:el artículo que envía tú amiga,escrito por otro,para que a su vez,lo insertes en tú blog-vaya enredo-está muy bién..aunque llega tarde a clase:no solamnte la policía cubana es reacista,diríamos que el estado en general!
Y eso es tela para que te pronuncies..discúlpa:es tema para que te lo guardes.
Intuyo que debes saber bién del asunto;porque por tus venas corre sangre mandinga..unido a la herencia cultural-familiar tuya.
PD:Por curiosidad:coincidieron tú y Morúa durante los años univeristarios en la misma Facultad.?

laveitia dijo...

no se equivoca usted zapatero,Morúa a quien no conozco de mi facultad, es eso que usted dice y que yo no puedo ni afirmar ni refutar
Le juro que yo salí no por disidente ni por callar; salí porque siempre supe que valdría la pena.
Yo de racismo en Cuba no se mucho, se lo juro, porque nunca fui victima de ello.Y mis padres menos. Es mas, mi madre negra como usted sabe, tuvo mas posibilidades que mi padre blanco. Quizás porque yo... me callo, ya iba a pronunciarme y no tengo ganas.
Me encanta que usted intente por todos lados hacerme opinar... se le olvida?
de cualquier modo gracias por leernos

Anónimo dijo...

La Policía racista.?
Pero de dónde han sacado eso.?
en todo caso,el Estado es Racista y la policía parte del compendio.
Pero en Cuba,la policía es instruída,culta,preparada,y revolucionaria por encima de todas las cosas.

Anónimo dijo...

Ay por favor señores¡¡¡
Ante todo un poco de respeto y menos cinismo. Señor Zapatero que te llamas Zapatero, yo soy Vivian Montane y puse mi nombre porque no tengo nada que ocultar y vivo en Cuba. tengo mi conciencia limpia y me considero honesta hasta el hueso, así que, no intimide a la bloguera Veitía por favor y sea claro en sus intereses. Que quiere saber? si fue idea de Iddia realmente colgar esto en el blog?? Se equivoca, fue idea mia, ya que me llego al correo.Es una tesis interesante ( en el sentido psicologico de como se trata en el país "la caracterización" y es debatible y ricoen opinión.
No lo critico, pero le digo que si va a opinar de forma inquisidora, sea hombre y no Zapatero y diga su nombre¡¡¡ Así es como se construye la verdadera comunicación¡¡¡¡

Anónimo dijo...

Baya..aseres..se folmó el chancleteo..!
La Vivian se le sublevó al tal Zapato Plástico,y lo retó a sacarse el caretón,porque ella si es Una cederista Honesta.!
Lo que kiero es ke le escúpan la jeta al Zapato

Anónimo dijo...

Es un Zapatero remendón o el Presidente de España.?