jueves, 23 de abril de 2009

HANNA MONTANA Y LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

Del icono del marketing a las cuestiones por el ser humano

Durante estos días, se exhibe por nuestro país Miley Ray Cyrus, conocida entre el público adolescente como Hannah Montana. Es difícil no toparse con ella: navegando por internet, leyendo el periódico o digiriendo el telediario. Lo más probable es que antes o después nos cuenten algo de este nuevo producto televisivo, artefacto de los cálculos mercadotécnicos. Algunas de las imágenes son abrumadoras:adolescente de 16 años acosada por miles de fans allá donde va. Si nos remitimos a la etimoología, la palabra adolescencia guarda cierta familiaridad con el adolecer. Se trata de unperiodo de carencias. Algo que los “hacedores” de Hannah han invertido: han creado una chavala que se presenta ante su público como un icono, un ídolo al que imitar y seguir. Ninguna estrella adolescete es adolescente, y esta no es una excepción: la imagen pública transmite seguridad, equilibrio emocional, madurez e incluso ciertos valores morales. La publi y el disney logra que los adolescestes persigan y adoren a un modelo que psicológicamente vive en las antípodas de lo que ellos experimentan. Pero no es esta la única lección “antropológica” que podemos extraer del reclamo de la industria cultural.

Una de las grandes preguntas de la historia de la filosofía, y núcleo central de la antropología, se formula con pocas palabras: ¿Qué es el hombre? El interrogante se me venía a la cabeza el otro día, mientras las noticias mostraban en la tele a una de esas muchedumbres entusiasmadas ante su ídolo juvenil. Se podría recuperar cierta forma de investigación platónica: ¿Qué tienen en común Hannah Montana y un adolescente encerrado en un centro de menores? ¿Hay algo que compartan y podamos señalar como “esencia” o “naturaleza” humana? Podemos recuperar igualmente la distinción entre naturaleza y cultura: ¿La actriz que interpreta al icono adolescente cuenta, “por naturaleza”, con atributos que le confieren cierto liderazgo o vivimos en una sociedad que procesa y gestiona ciertos adolescentes para transformarlos en referentes de la moda, la música o el cine? El ser humano como problema filosófico, una “materia prima” maleable, moldeable según gustos, intereses y necesidades. De Hannah Montana a las favelas de Brasil: ¿Qué tipo de continuidad existe entre todos los seres humanos?

No faltarán quienes consideran impertinentes las preguntas anteriores. Total, la filosofía es materia prescindible e incluso molesta. Frente a estas actitudes, me parece que son completamente legítimas e implican un giro en las cuestiones antropológicas. Quizás lo relevante no es lo que somos sino lo que nos hacen ser. Idea que en cierta forma entronca con el existencialismo y también, por qué no, con la crítica del poder: el ser humano no es, no existe de ninguna manera al margen de los mecanismos que en cada sociedad le otorgan un ser, le dan una existencia particular y concreta. No es lo que somos, es aquello en lo que nos convierten o intentan convertirnos. La mera posibilidad teórica de que la adolescente Cyrus hubiera nacido en Brasil nos plantea un horizonte vital muy distintoal que le ha correspondido como hija de un actor y cantante de segunda fila en la sociedad norteamericana. La naturaleza nos da un ser que es modelado por la cultura, la economía, la sociedad y la política: esa es la continuidad que hay desde Hannah Montana a los niños de la calle. ¿Y la libertad? ¿Y lo que queremos ser? En cierta forma, cada uno dispone de la libertad que su sociedad le permite. Nacer en ciertos sitios y épocas abre más posibilidades que hacerlo en otras coordenadas. En esto consiste nuestro ser y nuestro devenir. Y mientras, millones de adolescentes en todo el mundo consumen su icono particular. Sin darse cuenta, de que también así les están construyendo a ellos.

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