Antoni Gutiérrez-Rubí me manda por correo un vínculo a su artículo más reciente, publicado en Cinco Días, y que lleva por título "La crisis y la Generación Y", una reflexión sobre ese grupo de personas entre los 15 y los 30 que han nacido, mayoritariamente, rodeados de tecnología y para los que ésta permea gran parte de sus actividades diarias. Ampliamente recomendable.
A raíz de este artículo de Antoni, he dedicado un rato a pensar en un asunto relacionado con lo que él dice. Hace unos meses, escribí un artículo sobre "Los problemas laborales de la Generación X", entre los que destacaba el problema que suponía ese pequeño secreto de muchos de esta Generación X, en la que yo también me encuentro: ¿qué ocurre cuando, por tu edad, se supone que te encuentras cómodo buceando a diario entre tanta tecnología y resulta que no es así? Pues bien, aunque es innegable que su estrecha relación con la tecnología es una de las características principales de la Generación Y, me pregunto qué porcentaje de sus miembros han crecido no tan inmersos en el entorno tecnológico actual. No nos engañemos: aunque a los chavales de 20 años nos los imaginemos siempre enganchados al Messenger y ligoteando en Tuenti cuando no están actualizando su blog o descargando como posesos desde la Mula, en realidad no son pocos los que, por su extracción social o su lugar de origen (pequeños pueblos vs. grandes ciudades, por ejemplo), no tienen la tecnología tan imbricada en sus vidas. Es de suponer que esa brecha digital que sufren algunos de la Generación X será infinitamente más amplia, dolorosa y negativa para los miembros de la Generación Y que se encuentren "al otro lado".
Si centramos ese análisis en países como España, esa brecha digital no está provocada, principalmente, por la imposibilidad económica o material de acceder a la tecnología y a la educación, como sí ocurre a escala global, sino que la distancia entre los verdaderos nativos digitales y sus coetáneos no tan tecnificados tiene su origen más en razones relacionadas con su entorno familiar y de amistades, el aprovechamiento efectivamente realizado de la educación disponible e incluso con su trayectoria laboral. Es decir, en un país occidental y avanzado como España, el digital divide entre los distintos miembros de la Generación Y no está provocado por el nivel de desarrollo económico del país, sino que tiene su origen, de forma primordial, en los hábitos e intereses de cada miembro de esa generación, que a su vez vienen determinados en buena parte por su entorno social y familiar.
Viendo lo complicado que es para muchos X’ers superar la barrera de la tecnología cuando se han retrasado en su aceptación, tiendo a pensar que un rasgo que caracterizará el entorno laboral, comercial y social de las próximas décadas será la dificultad para satisfacer convenientemente las necesidades de los Y’ers que se queden en el lado menos tecnificado de la brecha, puesto que la distancia que los separará de los nativos digitales que sí se hayan relacionado con éxito con la tecnología será notablemente mayor y, por tanto, más difícil de salvar. Empresas e instituciones tendrán que identificar y asumir esa dualidad y crear estrategias diferenciadas de comunicación y de servicios para unos y otros. Sólo el tiempo dirá si termina por crearse, en los países desarrollados, un grupo social al que podríamos llamar parias digitales o si, por el contrario, la tecnología alcanzará en el futuro unas cotas de ubicuidad y accesibilidad tales que el número de desconectados resultará anecdótico.
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