sábado, 11 de octubre de 2008

LA VIDRIERA GLOBAL DEL YO

Por Héctor M. Guyot 

La pantalla muestra a un hombre mayor de frente amplia y pelo canoso. Una pared empapelada que aparece detrás, salpicada de cuadros y fotos, sugiere la intimidad de una casa. "Me he vuelto adicto a YouTube -dice el hombre mirando a cámara-. Es un lugar fascinante donde puedo ver los videos que ustedes los jóvenes producen, así que pensé en intentar uno yo mismo." Sin demora, se traza un programa: "Lo que espero poder hacer es renegar acerca de la vida en general desde la perspectiva de una persona vieja que ha estado aquí y allá y ha hecho esto y aquello". 

Viudo y jubilado, Peter Oakley vive en Leicester, Inglaterra. En agosto de 2006 tituló este video de dos minutos First Try ("Primer intento") y lo subió a YouTube presentándose como geriatric1927 (el año de su nacimiento). A los pocos días el video había recibido más de 4500 comentarios en el sitio. Oakley admitió que estaba viviendo uno de los mayores cambios de su vida y empezó a grabar la serie Telling It All ("Contándolo todo"), donde desgrana con estilo sus experiencias de estudiante en las décadas del 30 y el 40, su participación en la Segunda Guerra Mundial como técnico en radares, la vuelta a la vida civil, el encuentro con su futura esposa y su amor por las motocicletas. Las pequeñas y grandes vicisitudes de una existencia común, en suma. Hoy aquel primer video ha sido visto más de 2.780.000 veces y geriatric1927 es una celebridad de Internet que ha resistido el asedio de la prensa, hasta que accedió a una entrevista con la BBC. De todos modos, sigue haciendo lo que más le gusta: unos días atrás subió su video número 147, persistiendo en una suerte de autobiografía por entregas que es seguida por decenas de miles de personas y casi 50.000 suscriptores fijos. 

Por supuesto, los cambios que está produciendo YouTube (y la Web 2.0 de la que forma parte) van más allá de Peter Oakley: alcanzan no sólo a quienes suben sus videos al sitio a razón de más de 200.000 por día (13 horas de filmación por minuto, según la empresa), sino también a las decenas de millones de personas de todo el mundo que navegan por este océano insondable de material audiovisual que pone en cuestión las nociones de lo público y lo privado, la realidad y la ficción, la compañía y la soledad. 

¿De qué hablamos cuando hablamos de YouTube? Se sabe: de un sitio web donde la gente comparte videos. El problema aparece a la hora de describirlo, porque nadie conoce a ciencia cierta qué hay allí dentro. El monstruo crece a un ritmo tan acelerado que es imposible trazar sus límites o saber qué esconden sus profundidades abisales. De cualquier modo, a través de las secciones Favoritos, Más Vistos o Destacados, la marea de YouTube deposita en las playas de la página cosas de lo más variadas: videos domésticos y confesionales grabados con una webcam (como los de geriatric1927), minificciones que constituyen ensayos de nuevos formatos para la TV, material de contenido político (parte de la batalla de las elecciones primarias en Estados Unidos se dirimió en YouTube), músicos aficionados en acción, imágenes de naturaleza periodística filmadas con el celular y un largo etcétera, que incluye un invalorable archivo histórico y cultural. 

En este último aspecto, YouTube representa una verdadera memoria de la humanidad. De hecho, el sitio puede albergar cualquier material filmado, basta que quien lo posea se decida a compartirlo, y son muchos los que ya han dado el paso subiendo desde viejas series de TV y películas memorables hasta actuaciones históricas o íntimas de grandes artistas y músicos. Que cada cual pruebe con aquellas personalidades que prefiera, pero sepa que puede ir, por caso, de Edith Piaf a Bob Dylan, de Jackson Pollock a Jack Kerouac, de Glenn Gould a Maria Callas. 

Toda marea deja en la playa basura y algas sucias. Junto con verdaderas perlas, también hay mucho de eso en lo que la página web saca a flote: imágenes banales, absurdas o de pésimo gusto. Pero YouTube no es un inventario de videos. Lo que importa es la bestia en movimiento, alimentada por la interacción espontánea de millones de usuarios en busca de entretenimiento, visibilidad y contacto: el sitio, que forma parte insoslayable del sistema mediático integrado en el que vivimos, es un laboratorio en constante experimentación. Según muchos expertos, no sólo está transformando el modo en que nos comunicamos sino también la manera en que construimos nuestra subjetividad y entendemos el mundo. Algunos celebran YouTube y la Web 2.0, en la que prima el protagonismo de los usuarios, como un campo infinito abierto a la creatividad humana. Otros, en la vereda opuesta, advierten sobre sus riesgos. Lo que subyace, pareciera, es la tensión entre una cultura basada en la interioridad, la profundidad y el esfuerzo, que rigió en Occidente durante los últimos doscientos años, y otra emergente que en cambio privilegia el flujo, el juego, las apariencias y la espectacularidad. 

Como los grupos de rock, las leyendas de Internet tienen su origen en un garaje de suburbio. Aquél en el que Steve Chen y Chad Hurley intentaron crear una página web donde compartir los videos que por entonces -principios de 2005- grababan en sus webcams y celulares está en Silicon Valley. Ambos habían crecido con un mouse pegado a la mano y trabajaban en la meca del mundo digital. ...ste era un juego más y lo ganaron. Habrán festejado, claro, pero difícilmente hayan imaginado que menos de un año después de lanzar el sitio le venderían la criatura a Google (creado por otro par de chicos similar) y embolsarían 1600 millones de dólares. Parece mucho, sobre todo si se tiene en cuenta que todavía no reporta ganancias. "Si uno cree que YouTube es el futuro de la televisión, claramente vale ese precio -dijo por esos días Steven Ballmer, alto ejecutivo de Microsoft-. Si uno cree otra cosa, tal vez no valga demasiado." 

Mientras tanto, la televisión estaba distraída. "Ustedes no van a convertir a consumidores pasivos en sujetos activos en Internet", le había soltado un escéptico Stephen Weiswasser, directivo de la cadena ABC, al experto en cultura digital Kevin Nelly, a quien llamó en busca de asesoramiento cuando la Web empezaba a emerger. La realidad le pasó por encima. En 60 años de existencia, las tres principales cadenas de TV estadounidenses produjeron juntas un millón y medio de horas de programación. YouTube recibió el mismo volumen sólo en los primeros seis meses de este año, a un ritmo de más de 9200 horas de video por día, el equivalente de lo que producirían 385 canales en 24 horas. Más del 85% del material que se sube es nuevo y original, y ahí está la clave: la gran revolución de YouTube es haber convertido a los espectadores en productores. Horizontalidad, democracia digital. Así llaman al fenómeno los exégetas de la Web 2.0. "Se trata de nuevas formas de expresión, de identidad y de comunidad que están emergiendo. Esta forma inédita de intercambio y de colaboración está llevando a repensar los conceptos de derecho de autor, privacidad, comercio, amor y familia", se entusiasma Michael Wesch, un antropólogo estadounidense dedicado a la "etnografía digital" que divulgó las cifras mencionadas en junio pasado durante la presentación "Una introducción antropológica a YouTube", ofrecida en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. 

* * *


Sentada frente a la cámara, en el centro de la escena, se deshace en gestos raros y seductores. Tiene una pierna recogida, el mentón sobre la rodilla y, más arriba, grandes ojos color almendra enmarcados por el pelo castaño y lacio. Detrás, sobre la cama, hay un osito de peluche. "...ste es mi primer video y será acerca de mí -dice lonelygirl15, con una voz que pertenece, a un tiempo, a una adolescente y a una mujer-. Mi nombre es Bree y tengo 16 años. No les diré donde vivo, pero sí les diré que mi pueblo es muy pero muy aburrido " 

Resulta fascinante -y agotador- ver la creación secuenciada de personajes en YouTube.

Muchos se muestran como son o como pueden; algunos despliegan un guión escrito por ellos mismos o por un tercero y otros juegan a desdoblarse en distintas personalidades. Desde este lado de la pantalla es difícil discriminar. Ficción o realidad, poco importa. 

De una cosa no hay duda: la identidad ya no es lo que era. Posiblemente, cuando estos personajes obtienen reconocimiento (es decir, son vistos por muchos miles), pasan a vivir más en la pantalla que en el mundo real. Aunque quizá también esta oposición ya resulta obsoleta. 

"A juzgar por lo que ocurre en ciertas áreas interactivas de Internet, como es el caso de YouTube, la intimidad se ha convertido en un escenario en el cual debemos montar el espectáculo de nosotros mismos. Hay una voluntad de construirse un yo visible, un personaje que los otros puedan ver. Con su mirada, los espectadores confirman la existencia de quien se exhibe -dice a adn CULTURA Paula Sibilia, antropóloga argentina autora del libro La intimidad como espectáculo (Fondo de Cultura Económica)-. Han cambiado los modos de construcción del yo y los pilares en los cuales se sustenta el complejo edificio que define lo que somos." 

Cada vez más, el yo contemporáneo necesita mostrarse para ser alguien. Se ha perdido aquella noción de esencia invisible alojada en nuestra interioridad y el eje se ha ido desplazando hacia la superficie del cuerpo, hacia todo aquello que es visible. "Estas nuevas formas de producir ´autoficciones responden a ciertas demandas de los sujetos contemporáneos y a determinadas exigencias sociales, del mismo modo que los diarios íntimos, los intercambios epistolares, las novelas realistas e incluso el psicoanálisis eran costumbres compatibles con aquel otro proyecto de mundo que se aleja cada vez más -señala Sibilia-. Nuestra sociedad ya no exige a sus ciudadanos introspección y disciplina. Ahora pide a gritos visibilidad, celebridad, creatividad y marketing de sí mismos. Todos los días debemos ocuparnos de posicionar la volátil marca del yo en el competitivo mercado actual de las apariencias. YouTube es una de las herramientas que nos ayudan a entrenarnos en esas funciones y, quien sabe, hasta a tener éxito en esa difícil tarea." 

Como en todo ecosistema, hay una lucha en YouTube. Sobrevive -o vive, a secas- quien se hace ver. La batalla es dura: la mayor parte de los videos son vistos por menos de cien personas. Los usuarios tienen la última palabra, pero por cierto ayuda que alguno de los editores del sitio decida ubicar un video entre los "destacados". De allí a la celebridad puede haber un paso. Lonelygirl15, por ejemplo, era la adolescente más famosa en Internet. Sus problemas con los chicos, los desencuentros con sus padres y sus coqueteos con el esoterismo mantenían en vilo a millones. Hasta que un artículo de The New York Times develó que en lugar de una adolescente rica con tristeza, Bree era la creación de Ramesh Flinders, guionista y director californiano, y Miles Beckett, cirujano reconvertido en cineasta. La chica, Jessica Rose, resultó una aspirante a actriz neozelandesa que estaba viviendo en Los Ángeles. Ante la andanada de críticas (muchas, claro, se encauzaron a través de videos), Flinders y Beckett emitieron una sugestiva declaración: "Ella no es más real o ficticia que las partes de nuestra personalidad que elegimos mostrar o esconder cuando interactuamos con las personas que nos rodean". 

Hay que admitir que en YouTube todos se producen a sí mismos y editan sus historias. Hoy prevalece una subjetividad "plástica y mutante" que encuentra allí uno de sus mejores escenarios y que deriva del desgarramiento de ciertas raíces identitarias, dice Sibilia. "Me refiero no sólo a la interioridad y al propio pasado como historia personal que nutría y daba sentido al yo presente, sino también a los vínculos familiares, comunitarios, de clase, étnicos y nacionales." 

Los videos domésticos y confesionales se multiplicaron geométricamente cuando el abaratamiento de los equipos que permiten filmar (una webcam , un teléfono celular, una cámara fotográfica digital) coincidió con la popularización de la banda ancha. Quienes manejan estas herramientas como una extensión de su cuerpo son, claro, los jóvenes. De acuerdo con datos de Wesch, una franja que va de los 18 a los 35 años sube el 50% de los videos de YouTube (la más activa tiene entre 18 y 24). Los menores de 18 años suben el 25%, y los mayores de 35, el 25% restante. Esta realidad se refleja de manera análoga en la Argentina. 

"Cada vez más argentinos suben videos a YouTube, aunque no existen cifras ciertas -dice Enrique Carrier, consultor especializado en telecomunicaciones e Internet-. De todos modos, es evidente que cada vez hay más contenidos locales, desde los videos de Peter Capusotto hasta un flogger que sube su pasito de baile, pasando por el voto de Cobos en el Senado. Obviamente, hay una mayor proporción de consumo que de subida. Según nuestros estudios, aquí la mitad de los usuarios de Internet ve videos on-line . Es decir, unos ocho millones de personas. Y unos dos millones consumen videos casi todos los días, especialmente la franja que va hasta los 25 años. YouTube es una TV paralela que se está desarrollando fuera de control." 

La precocidad es la regla. Un amigo de Carrier le comentaba las dificultades que tenía para hacerle entender a su hijo de cuatro años que en la televisión los dibujos animados de la Pantera Rosa no están cuando él quiere: ya se había acostumbrado a ver los viejos capítulos en YouTube. Otra anécdota, en este caso relatada a este cronista: dos chicas de 11 años se quedan a dormir en casa de una compañera de colegio, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Al otro día, los padres se enteran de que sus hijas estaban en YouTube. Se habían filmado con un celular, sólo por jugar, y habían subido las imágenes al sitio gracias a las buenas artes de una de ellas. 

En cuanto al uso de la página web, la Argentina ocupa el tercer lugar en América latina, detrás de Brasil y México, señala Alberto Arébalos, director de Comunicaciones de Google para la región. "Los latinoamericanos son más mirones que actores -dice-. Suben un recital, por ejemplo. En cambio en Estados Unidos prevalece el video doméstico. Es la posibilidad de tener tu propio canal de televisión, si lo pensás un poco. Son herramientas liberadas al juego de la gente, que con su creatividad es capaz de cualquier cosa. Esto es tan revolucionario como la creación de la imprenta. Yo no creo que Gutenberg haya previsto lo que sucedería con su invención. ...l sólo quería imprimir biblias para que la gente se portara mejor." 

* * *


Dos chicos en un sillón negro. Uno de ellos, de tres años, sonriente, mete el dedo en la boca del otro, de unos pocos meses. El bebé muerde y la risa se convierte en gesto de dolor, en grito, en súplica. "Auch, Charlie, Auch." La boca se abre y llega el alivio. "Charlie, that really hurted", recrimina el chico con perfecto acento inglés a su hermano menor, que ahora es el que ríe. 

Una escena doméstica para consumo familiar. ...se era el destino de Charlie Bit My Finger cuando Richard, el padre de los chicos, lo subió a YouTube con el fin de compartirlo con parientes que vivían lejos. Pero la lógica del sitio se fagocitó sus intenciones: la escena ha sido vista más de 53 millones de veces y los dos chicos junto a sus padres llegaron, por supuesto, a las pantallas de la televisión. Tal como se igualan realidad y ficción, YouTube disuelve también los límites entre la vida privada y la pública. "Hasta hace poco, se suponía que cada individuo debía resguardar su privacidad de cualquier intromisión ajena -dice Sibilia-. La vida privada se protegía gracias a las gruesas paredes y las puertas cerradas del hogar." Con la irrupción de las videocámaras y sitios como YouTube, ya no hay paredes que valgan. 

El video Charlie Bit My Finger provocó otro fenómeno característico del sitio: una ola de más de dos milremakes remixes . Es decir, gente que reactúa la escena o que edita de manera diferente la versión original. Según dijo Wesch en la Biblioteca del Congreso, el 15% de los videos de YouTube son remixes oremakes de otros videos y representan expresiones que fortalecen el sentido de comunidad de los usuarios. Otra serie es Free Hugs , que comenzó cuando a alguien se le ocurrió salir a las calles de Sidney, Australia, a prodigar afecto portando un cartel que dice "Abrazos gratis", y filmar la experiencia. Hay Free Hugs de todas partes del mundo, incluido Buenos Aires. 

A la hora de explicar el fenómeno, Wesch sostiene que los videos de YouTube alivian la "tensión cultural" que existe entre lo que expresamos (individualismo, independencia, intereses comerciales) y lo que deseamos (relaciones, comunidad, autenticidad). No se le escapan algunas paradojas, como el anonimato y la distancia física que existe entre los usuarios. YouTube bien podría ser el espacio público más grande del planeta al que se accede desde la privacidad del hogar, de acuerdo, pero frente a la pantalla o la cámara lo único que todos comparten es la más completa soledad. Esto provoca lo que Wesch llama "el colapso del contexto": cuando le hablamos a una cámara no obtenemos feedback alguno que vaya moldeando nuestro discurso, por la obvia razón de que, en rigor, no existe interlocutor. Pero para Wesch no hay obstáculos: "A veces esa distancia nos permite conectarnos más profundamente que nunca -afirma-. Nos da libertad para experimentar la humanidad sin miedo o ansiedad social". Junto con su equipo de investigación, integrado por alumnos suyos de la Universidad de Kansas, el antropólogo decidió hacer una "observación participativa" sobre su objeto de estudio. Y allí se lo puede ver, sonriente y ágil en un video del sitio, bailando a pata suelta con indígenas de Nueva Guinea. Poco académico quizá, pero trabajo de campo al fin.

Mientras Wesch ensaya el elogio de los nuevos valores que emergen de YouTube, varias voces de alarma se levantan en distintos medios para advertir acerca del modo en que la Web -su gramática, podríamos decir- afecta el proceso de cognición. "Internet se está convirtiendo en nuestro mapa y reloj, nuestra imprenta y máquina de escribir, nuestra calculadora y teléfono, nuestra radio y televisión. Pero cuando la Red absorbe un medio, dicho medio se recrea a imagen y semejanza de la Red", reflexiona Nicholas Carr, ex editor delHarvard Business Review , en "¿Google nos está volviendo estúpidos?", un artículo publicado por The Atlantic Monthly en agosto pasado. Los medios y las tecnologías que usamos juegan un papel importante en la configuración de los circuitos neuronales del cerebro, señala Carr, que despacha una queja: tras haber usado Internet de forma intensiva durante una década, ya no piensa como antes. La lectura profunda, que solía resultarle fácil y agradable, se ha vuelto una lucha. "Mi mente ahora espera asimilar información tal como la Web la distribuye: en un vertiginoso flujo de partículas. Antes yo era un buzo y me sumergía en océanos de palabras. Hoy en día me deslizo sobre la superficie como en un jet ski ." 

La vida on-line , dice Carr, mecaniza la inteligencia y excluye la intuición y la ambigüedad. "La idea de que nuestra mente debiera operar como una máquina procesadora de datos de alta velocidad no sólo está incorporada al funcionamiento de Internet. Al mismo tiempo, se trata del modelo empresarial imperante en Internet -advierte-. A mayor velocidad de navegación, a mayor número de enlaces, mayores son las oportunidades que Google y otras compañías tienen para recoger información sobre nosotros y nutrirnos con anuncios publicitarios." 

"Distraído de la distracción por la distracción", dice un verso de T. S. Eliot, y permite resumir el principal cargo que Carr -así como el periodista y escritor británico Brian Appleyard y el profesor de psicología de la Universidad de Michigan David Meyer, entre otros- le formula a la Web 2.0 de YouTube, los blogs y las redes sociales como Facebook y MySpace. 

Para el escritor italiano Alessandro Baricco, la cosa va todavía más allá, pero no tiene por qué despertar temores o sentimientos apocalípticos. Ese surfing nervioso que lleva, por ejemplo, de un video de John Coltrane a otro de Johnny Cash (o acaso de Pimpinela), pasando por una decena de cortos en una fiebre asociativa que empuja siempre hacia adelante, es en verdad la clave: los links son el sentido mismo de la Web, sostiene Baricco. "La idea de que entender saber signifique penetrar a fondo en lo que estudiamos hasta alcanzar su esencia es una hermosa idea que está muriendo: la sustituye la instintiva convicción de que la esencia de las cosas no es un punto, sino una trayectoria", afirma el escritor en su libro Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación (Anagrama). 

Lo que está cambiando, dice el autor de Seda , es el modo de adquirir experiencias. Hoy la experiencia supone un movimiento que encadena puntos en el espacio de lo real. Este gesto exige pasar por las cosas "justo el tiempo necesario para obtener de ellas un impulso que sea suficiente para acabar en otro lado". No hay meta, pues la meta es el movimiento. Según el escritor, los bárbaros ("especímenes" de la cultura emergente que están "saqueando" aquella que declina) han inventado -en correspondencia con la lógica de la Web- al hombre horizontal. Al modelo del burgués culto, esforzado, sumergido en las profundidades de un libro, lo sustituyeron por el surfista que navega en la espuma de las olas. Como aquel burgués, los bárbaros también buscan placer, intensidad de vida, emoción. Pero quizá se les haya pasado por la cabeza, conjetura el escritor, la siguiente idea: "¿Y si yo empleara todo ese tiempo, esa inteligencia, esa aplicación, para viajar por la superficie, por la piel del mundo, en vez de condenarme a bajar a fondo?" 

Las consecuencias, señala Baricco, están a la vista: superficie en vez de profundidad, velocidad en vez de reflexión, secuencia en lugar de análisis, comunicación antes que expresión, placer en vez de esfuerzo. "Un desmantelamiento sistemático de todas las herramientas mentales que heredamos de la cultura decimonónica, romántica y burguesa -concluye-. Hasta el punto más escandaloso: la brusca laicización de cualquier clase de gesto, el ataque frontal a la sacralidad del alma, sea lo que sea lo que ésta signifique." 

Un verso de W. B. Yeats que Joni Mitchell incorporó a una canción suya del disco Night Ride Home ayuda a entender, a los que todavía pensamos con mente analógica, tanto el fenómeno de YouTube y la Web 2.0 como sus consecuencias sobre el mundo. Dice así: "Things fall apart/ The center cannot hold" ("Las cosas se derrumban/ El centro no sostiene"). YouTube, la Web, eliminan la idea de centro, una noción tan cara a la vieja civilización. Sin esencia, sin núcleo, sin eje, sólo quedan pasajes y paradas efímeras en un flujo que no puede detenerse. Porque mientras que el hombre de la vieja civilización -que ya añoraba Yeats hace 90 años- luchaba por dotar de orden y jerarquía al magma de la realidad, los bárbaros de Baricco parecen tener otro plan. 

¿Hacia dónde va YouTube? ¿Hacia dónde va la Web? En este punto, la mayoría evita hacer proyecciones. Pero las respuestas al interrogante giran alrededor de la misma idea: YouTube y la Web van hacia donde la gente las lleve. "La tecnología es la plataforma para jugar -señala Arébalos-, pero la creatividad está en manos del hombre." Aunque, ya se sabe, seguirán existiendo aquellos que sostienen que en realidad es la tecnología la que se divierte con nosotros. 

No hay comentarios: