Dicen que la memoria se aparece con una cosquillita en el estómago y que trae la sensación, la certeza, de que algo idéntico se ha sentido antes. Así me pasó mientras leía el texto que Norge Espinosa ha hecho circular y que acabo de leer, donde se pregunta si la Cuba rosa tiene ahora otro color. Leyéndolo, debió pasarme algo parecido a lo que sintió Norge cuando estuvo el diecisiete de mayo en el Pabellón Cuba, celebrando el día contra la homofobia. En verdad yo no estuve, no vi a las parejas amarteladas y felices. No participé del encuentro tan ansiado. Pero ahora, al leer sus entusiasmos, sus resquemores, creo que debí estar allí para festejar con mis semejantes. Me vienen a la cabeza muchas cosas, es decir, se me despierta la memoria, que en mi caso es más un mecanismo asociativo que un destello inteligente. No pude evitar, con el avance en la lectura, hacer varios intentos por cambiar el título de Norge. Eso fue lo primero que me sucedió, y era natural. Dividido en cuatro partes, el autor nos relata sus emprendimientos para hacer más tolerable la vida de los diferentes. Con prisa pasa del uno al dos, para mostrar su empeño mayúsculo: las jornadas de arte homoerótico que desarrolló hace algunos años, casi diez, en la Madriguera, y reclama ante el olvido de los que ahora hacen labores semejantes. Recuerdo aquellos días en que un grupo de escritores leyeron poemas donde aparecían mujeres enredadas con mujeres, y hombres, unas veces arrodillados y otras de espaldas a su contrario semejante. Espero que nadie juzgue éticamente esas posiciones, juro que se trata del goce, del placer que mostraban aquellos textos que leímos en aquellas jornadas, hablo de vocaciones, del gusto que tienen algunos hombres por venerar, arrodillados, el sexo de su semejante o recibirlo dentro cuando se está de espaldas. Tales preferencias suelen convertirse en poemas. Y no hubo esa vez solamente escritores, también se pudieron ver muestras de fotografía y de pintura, y vimos también representaciones teatrales, y recuerdo que con el cine nos llegaron unos hombres asiáticos enamorados en Buenos Aires. Realmente fueron jornadas muy hermosas, casi edificantes, sentíamos que algo estaba por cambiar. Y Norge fue el artífice virtuoso de esos días.
El jolgorio no nos permitió recordar otros atisbos ocurridos. Tengo la certeza de que en esos momentos tan festivos, los implicados no se pusieron a hurgar en la memoria, ni quienes llegan a ella por mecanismos asociativos ni los que usan la inteligencia, y quizá no hacía falta, porque cuanto ocurría en La Madriguera era una fiesta. Ahora, sin poder evitarlo, después de leer el texto del poeta, atendiendo a sus reclamos para dar justo lugar a lo que sucedió en aquellas fechas del 1998, 1999 y 2000, asocio el presente con aquel pasado, es decir, convoco a la memoria. Un recuerdo me lleva a otro, y con su movimiento asociativo, a la certeza de que aquellas jornadas a las que asistí, tuvieron también, como todo en la vida, sus antecedentes.
El jolgorio no nos permitió recordar otros atisbos ocurridos. Tengo la certeza de que en esos momentos tan festivos, los implicados no se pusieron a hurgar en la memoria, ni quienes llegan a ella por mecanismos asociativos ni los que usan la inteligencia, y quizá no hacía falta, porque cuanto ocurría en La Madriguera era una fiesta. Ahora, sin poder evitarlo, después de leer el texto del poeta, atendiendo a sus reclamos para dar justo lugar a lo que sucedió en aquellas fechas del 1998, 1999 y 2000, asocio el presente con aquel pasado, es decir, convoco a la memoria. Un recuerdo me lleva a otro, y con su movimiento asociativo, a la certeza de que aquellas jornadas a las que asistí, tuvieron también, como todo en la vida, sus antecedentes.
No sé si Norge ya estaba en La Habana en aquellos días del año noventa del pasado siglo, cuando Pedro de Jesús y Osbel Suárez crearon unas jornadas semejantes, con la diferencia de que estas que menciono último, tenían menos recursos y eran casi clandestinas. Como de cultura y sexualidades se trataba, invitaron a varios artistas, reconocidos unos y otros menos, y a estudiantes, y a unos cuantos gays que burlaron la vigilancia de la beca, para subir hasta el piso ocho y ver algún cuadro de Rocío, entonces poco conocida, y algunas fotos de Eduardo Hernández, y creo que también algún collage homoerótico de Raúl Martinez. Las poetas Damaris Calderón y Lina de Feria leyeron textos donde era protagonista el amor entre mujeres.
A todos esos recuerdos se enlaza el momento en que Salvador Redonet vino entusiasmado a mi casa para que los dos fuéramos jurados de un premio de cuento, parte de aquella jornada de F y tercera, y que debía tener como premisa el tratamiento del susodicho tema. Al jurado se unió el narrador Roberto Urías, y los tres, tan semejantes, premiamos un texto excelente, antológico, “La carta”, de Pedro de Jesús, quien no era conocido más allá del desafuero en su gestualidad y en su vestimenta. Telegay, se llamaron otras jornadas, las del piso veintiuno, y sucedieron en el año de mil novecientos noventa y tres, otra vez en F y tercera, de las que, con seguridad, Norge habría opinado que estaban al borde de lo Camp. En este ejercicio memorioso me viene a la mente el evento que se celebró en un aniversario de Ciclón, y por igual el espacio que diera en sus páginas la revista a asuntos ligados al erotismo homosexual. Esto ocurrió, si la memoria no me falla, en mil novecientos noventa y seis.
Sin dudas se excede esta vez el poeta al creer con demasiada ilusión que las jornadas, tanto como su poema “Vestido de novia” y el cuento de Roberto Urías, “¿Por qué llora Leslie Caron?” son el coming out de algo. Creo que debería hacer un fuerte ejercicio de recordación, no importa si a través de las asociaciones o mediante su gran inteligencia. Creo que debe convocar también a la humildad. Si como hasta hoy ha probado que no es solo naturaleza, sino que por igual, es un hombre construido también a partir de la cultura, debe exigirse recordar otros antecedentes y no exclusivamente los que con él se relacionan. Le recomiendo una petit madelaine mojada en te, comprobara que es un buen consejo, un buen recurso, le juro que le ha dado buenos resultados a algunos memoriosos.
Sin dudas se excede esta vez el poeta al creer con demasiada ilusión que las jornadas, tanto como su poema “Vestido de novia” y el cuento de Roberto Urías, “¿Por qué llora Leslie Caron?” son el coming out de algo. Creo que debería hacer un fuerte ejercicio de recordación, no importa si a través de las asociaciones o mediante su gran inteligencia. Creo que debe convocar también a la humildad. Si como hasta hoy ha probado que no es solo naturaleza, sino que por igual, es un hombre construido también a partir de la cultura, debe exigirse recordar otros antecedentes y no exclusivamente los que con él se relacionan. Le recomiendo una petit madelaine mojada en te, comprobara que es un buen consejo, un buen recurso, le juro que le ha dado buenos resultados a algunos memoriosos.
Al mencionar, orgullosísimo, “Vestido de novia”, recuerda que cumplió sus veinte años. ¿A cuales veinte años se refiere el poeta? ¿A los que trascurrieron desde que se premió en 1989 con el Premio Caimán Barbudo? ¿A la publicación que hiciera la editorial Capiro en 1992? Supongo que la fiesta de cumpleaños se mide desde el día en que se le ocurrió al poeta comenzar a escribir aquellos versos, desde que imaginó el cuerpo de un muchacho cubierto de encaje blanco, la cabeza con tiara y tul, desde que se empeñó, luego de vestirlo así, en angustiarlo, en ponerlo a llorar, a suplicar respeto, a estereotipar, a estereotipar, a estereotipar, venceremos.
Parece olvidar que hace poco se celebraron los cuarenta años del secuestro y destrucción de Lenguaje de mudos de Delfín Prats, veinte añitos más de los cumplidos por su muchacho que quiere ser muchacha. Supongo que podríamos considerar el libro de Prats un coming out también. Pero si sigue mojando en té los pastelitos, puede que consiga ver a Virgilio Piñera marginado por sus preferencias sexuales o escribiendo Fíchenlo si pueden. Un pastelito más y verá a Lezama Lima con un ejemplar de Paradiso entre sus manos, esa novela que consiguió grandes jornadas de arte homoerótico. Al pobrecito no le dio tiempo, porque la muerte lo impidió, a celebrar los primeros diez años de un evento como ese. Dos o tres sorbos de té y llegarán a su memoria, saliendo de su taza, Ballagas y Severo Sarduy, Reinaldo Arenas y Antón Arrufat, Reinaldo González, Damaris Calderón, Carlos Montenegro con ese monumento que es Hombres sin mujer, y las lecturas que podemos hacer de Julián del Casal o del Alma Rubens de Poveda, Calvert Casey con su relato Plaza Morgana, donde un hombre viaja a través del cuerpo del amante, sin tules ni encajes, a cuerpo limpio. Tome té y aparecerá Nelson Simón, Arleen Regueiro, Pedro de Jesús, Alberto Abreu, Roberto Urías, Mae Roque, Maria Elena Hernández, Julio Mitjans, Safo y Cernuda, Lorca y Noel Castillo, Cavafis. Todos los que él menciona, y muchos de los que olvida, son precursores con sus obras.
Parece olvidar que hace poco se celebraron los cuarenta años del secuestro y destrucción de Lenguaje de mudos de Delfín Prats, veinte añitos más de los cumplidos por su muchacho que quiere ser muchacha. Supongo que podríamos considerar el libro de Prats un coming out también. Pero si sigue mojando en té los pastelitos, puede que consiga ver a Virgilio Piñera marginado por sus preferencias sexuales o escribiendo Fíchenlo si pueden. Un pastelito más y verá a Lezama Lima con un ejemplar de Paradiso entre sus manos, esa novela que consiguió grandes jornadas de arte homoerótico. Al pobrecito no le dio tiempo, porque la muerte lo impidió, a celebrar los primeros diez años de un evento como ese. Dos o tres sorbos de té y llegarán a su memoria, saliendo de su taza, Ballagas y Severo Sarduy, Reinaldo Arenas y Antón Arrufat, Reinaldo González, Damaris Calderón, Carlos Montenegro con ese monumento que es Hombres sin mujer, y las lecturas que podemos hacer de Julián del Casal o del Alma Rubens de Poveda, Calvert Casey con su relato Plaza Morgana, donde un hombre viaja a través del cuerpo del amante, sin tules ni encajes, a cuerpo limpio. Tome té y aparecerá Nelson Simón, Arleen Regueiro, Pedro de Jesús, Alberto Abreu, Roberto Urías, Mae Roque, Maria Elena Hernández, Julio Mitjans, Safo y Cernuda, Lorca y Noel Castillo, Cavafis. Todos los que él menciona, y muchos de los que olvida, son precursores con sus obras.
Quizá mi memoria no sea demasiado buena, quizá no se convocarla bien, es posible que haya olvidos, pero le recuerdo al poeta, que la mezcolanza de autores de diferentes generaciones, estilos, y hasta geografías, es intencional, sobre todo si trato de negar la preeminencia de cualquier texto sobre otro. No daré ventajas a nadie. Todos han hecho su parte y sufrido lo suyo. Esto no es una carrera de cien metros ni se trata de lanzar la jabalina a mayor distancia. Esto es muchísimo más serio. Antes de aquellas jornadas de La Madriguera están las puestas que hiciera Carlos Díaz de la trilogía de teatro norteamericano, y aunque viniera después, el Pasolini que estrenara Carlos Celdrán con su grupo, es también antecedente del diecisiete de mayo último. Antecedió a esos momentos, la creación del Mejunje en Santa Clara, las lecturas en la Azotea de Reina María.
Y no quiero referirme únicamente a lo que han hecho los escritores y los artistas. Aquí se trata de cultura, y por igual de NATURALEZA. Hay otros antecedentes y precursores, de lo que pasó en el Pabellón Cuba, en los homosexuales quemados en la hoguera y en los cubanos nombrados bijiritas por el imperio español. Referencia, precursores, son los que fueron llevados a las Umap, los que fueron expulsados de las universidades, los que no pudieron ejercer el magisterio, los que se escondieron debajo de la cama para encontrarse con el novio sin ser descubiertos por sus padres, los que decidieron esperar al macho entre el follaje marino de La Playa del Chivo y se entregaron al primero que aparecía porque no tenía otro espacio donde poder socializar. Tampoco tuvo un lugar, y es antecedente, aquel que entró al baño pestilente de un cine para cumplir con su naturaleza, aunque el repudio viniera sobre él, y porque así eran las cosas, tan urgidas, no tuvo un condón a mano y se enfermó, y qué decir de la muchacha que fue llevada a una estación de policía, multada luego, por besar a su novia en una plaza de La Habana Vieja. Qué decir de los que cumplieron cada día con su esencia sin tener virtudes organizativas, sin que tuvieran talento para escribir un poema, un cuento, una novela, ni supo manejar diestro un pincel ni dirigir una cámara, ni le aparecieron dotes para la actuación. Mi reclamo tiene que ver con el travesti que desanda las calles de La Habana, lo mismo el que tiene dinero para comprar regios vestidos que aquel que se conforma con las chancleticas que le prestó su hermana. Mi reverencia es por el que va al malecón y al Payret para ligar, porque el ligue en la ciudad es cada vez más difícil, porque ya no basta con la mirada cómplice, porque ahora hay que mostrar el bolsillo, el anillo, el celular, el pasaporte. ¿Acaso no es un antecedente de lo que sucedió el diecisiete de mayo el cincuentón que no pudo estar en el Pabellón Cuba porque un pinguero le cortó el cuello para robarle? También puede ser un precursor quien jamás leyó a Susan Sontag y se quedó sin entender lo Camp. Y si seguimos por ahí, hasta los miles de heterosexuales que en La Habana lucen un Dolce & Gabbana adornando el torso, fueron adelantados de ese día.
Y no quiero referirme únicamente a lo que han hecho los escritores y los artistas. Aquí se trata de cultura, y por igual de NATURALEZA. Hay otros antecedentes y precursores, de lo que pasó en el Pabellón Cuba, en los homosexuales quemados en la hoguera y en los cubanos nombrados bijiritas por el imperio español. Referencia, precursores, son los que fueron llevados a las Umap, los que fueron expulsados de las universidades, los que no pudieron ejercer el magisterio, los que se escondieron debajo de la cama para encontrarse con el novio sin ser descubiertos por sus padres, los que decidieron esperar al macho entre el follaje marino de La Playa del Chivo y se entregaron al primero que aparecía porque no tenía otro espacio donde poder socializar. Tampoco tuvo un lugar, y es antecedente, aquel que entró al baño pestilente de un cine para cumplir con su naturaleza, aunque el repudio viniera sobre él, y porque así eran las cosas, tan urgidas, no tuvo un condón a mano y se enfermó, y qué decir de la muchacha que fue llevada a una estación de policía, multada luego, por besar a su novia en una plaza de La Habana Vieja. Qué decir de los que cumplieron cada día con su esencia sin tener virtudes organizativas, sin que tuvieran talento para escribir un poema, un cuento, una novela, ni supo manejar diestro un pincel ni dirigir una cámara, ni le aparecieron dotes para la actuación. Mi reclamo tiene que ver con el travesti que desanda las calles de La Habana, lo mismo el que tiene dinero para comprar regios vestidos que aquel que se conforma con las chancleticas que le prestó su hermana. Mi reverencia es por el que va al malecón y al Payret para ligar, porque el ligue en la ciudad es cada vez más difícil, porque ya no basta con la mirada cómplice, porque ahora hay que mostrar el bolsillo, el anillo, el celular, el pasaporte. ¿Acaso no es un antecedente de lo que sucedió el diecisiete de mayo el cincuentón que no pudo estar en el Pabellón Cuba porque un pinguero le cortó el cuello para robarle? También puede ser un precursor quien jamás leyó a Susan Sontag y se quedó sin entender lo Camp. Y si seguimos por ahí, hasta los miles de heterosexuales que en La Habana lucen un Dolce & Gabbana adornando el torso, fueron adelantados de ese día.
No creo que sea el momento de ponernos a reclamar protagonismo, reclamemos otras cosas, muchas de las que menciona Norge, muy justamente, en su último párrafo, y con las que estoy de acuerdo, pero no la primicia, no el coming out ni la celebración de los veinte años de un poema, que por cierto opera con los mismos estereotipos que le achaca al personaje de Senel Paz. Ese homosexual vestido como lo imaginan los heterosexuales más intolerantes, ese homosexual angustiado y que suplica por un espacio, ese que ruega en lugar de actuar.
Existen múltiples y variadas evidencias en nuestra literatura, que demuestran que ese no es el único camino, no seamos nosotros quienes mostremos el camino del estereotipo, nuestras obras y la vida de muchos, evidencian lo contrario, no pidamos perdón. Si queremos tener el mismo lugar que un heterosexual, podemos, debemos, desacralizar también a los gays; exigir que nos muestren siempre intachables, fieles y amorosos, me parece un desastroso ridículo, un estereotipo. No pensemos en un modelo idílico de homosexual, en un ser intachable, porque no es cierto.
Cuando leí el título del artículo, tuve ganas de aplaudir, pero después de algunas líneas comencé a buscar alguna contraseña que le sirviera de título a mi respuesta. Creí que podía nombrar estas líneas: "El precursor, lo que quiere es que lo miren", y algún que otro lema, pero al final pedí a Stendhal un título prestado y usé la traducción al castellano.
Existen múltiples y variadas evidencias en nuestra literatura, que demuestran que ese no es el único camino, no seamos nosotros quienes mostremos el camino del estereotipo, nuestras obras y la vida de muchos, evidencian lo contrario, no pidamos perdón. Si queremos tener el mismo lugar que un heterosexual, podemos, debemos, desacralizar también a los gays; exigir que nos muestren siempre intachables, fieles y amorosos, me parece un desastroso ridículo, un estereotipo. No pensemos en un modelo idílico de homosexual, en un ser intachable, porque no es cierto.
Cuando leí el título del artículo, tuve ganas de aplaudir, pero después de algunas líneas comencé a buscar alguna contraseña que le sirviera de título a mi respuesta. Creí que podía nombrar estas líneas: "El precursor, lo que quiere es que lo miren", y algún que otro lema, pero al final pedí a Stendhal un título prestado y usé la traducción al castellano.
Jorge Ángel Pérez 30 de junio de 2008
1 comentario:
A todos los gays en Cuba,debieran envíarlos a hacer trabajos forzados en Isla de Pinos.
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