domingo, 18 de enero de 2009

¿CÓMO NARRAR EN AMÉRICA LATINA?


Almorzamos con Horacio Castellanos Moya hace unos meses en el piso 19 de un edificio antiguo desde el que se ve el puerto, los edificios neoyorquinos de Buenos Aires y de vez en cuando, los helicópteros presidenciales que llevan o traen de Olivos a la mujer más poderosa de la Argentina. Horacio es un hombre pequeño y moreno, veterano del periodismo de investigación y uno de los más interesantes escritores latinoamericanos de la actualidad. Nació en la ciudad de Tegucigalpa, en Honduras, pero se puede decir que es un narrador salvadoreño. Dos libros, entre los muchos que ha escrito, lo salvarán para siempre del olvido: El asco , un monólogo despiadado a la manera de Thomas Bernhard, y su contracara, una novela vertiginosa con el peor título que yo recuerde: El arma en el hombre , la historia de un ex soldado desmovilizado de El Salvador que vive un derrotero de violencia y cinismo naïf . Al personaje le dicen Robocop, pero recuerda un poco a Boogie el Aceitoso y al sheriff demente y maldito de 1280 almas , del crispado Jim Thompson. Lo curioso, sin embargo, es que la novela está escrita a la manera del Osvaldo Soriano deNo habrá más penas ni olvido , llena de oscuros heroicómicos contados de un modo seco, como decía Italo Calvino. 

Mientras tomábamos un malbec, Horacio me dijo: "¿Cómo narrar en América latina, donde un hombre acribillado a balazos no es noticia, y donde una bolsa con siete cabezas humanas es apenas un sueltito en un periódico de la mañana?". Cómo narrar en América latina es una pregunta siempre vigente para la cual distintas generaciones de escritores fueron elaborando respuestas en forma de novela. El realismo mágico, los sortilegios del boom , la rebelión del posboom , los outsiders de la vanguardia estilo Bolaño y Aira, y estos jóvenes contemporáneos maduros de diversas formas y preocupaciones, a los que no los unen el espanto ni la ortodoxia ni la envidia ni la tentación de lo exótico sino simplemente la vocación por narrar con una libertad estética inédita. "La única regla para mi generación es que no hay reglas", como dice el colombiano Juan Gabriel Vásquez. 

Además de Castellanos Moya y de Vásquez fueron entrevistados para este informe especial de adncultura el brasileño Daniel Galera, el peruano Santiago Roncagliolo, el colombiano William Ospina, el peruano Daniel Alarcón y el boliviano Edmundo Paz Soldán. Hay muchos más nombres en el Gran Seleccionado Latinoamericano. Pero este grupo sin antagonismos, que pasó recientemente por Buenos Aires, los representa de alguna manera a todos. 

Los dos faros de estos escritores son precisamente Bolaño y el mexicano Juan Villoro. El primero, por la mezcla de la experimentación literaria con el interés político. Y el segundo, por la reinvención de la crónica novelada como género y la diversidad de intereses: Maradona, Yeats, Rolling Stones, el narcotráfico, el cuento, el teatro, la novela, el ensayo, el fútbol. 

Lo curioso es que los nuevos escritores latinoamericanos no tienen evangelios políticos. Más bien tratan la política como una causa perdida: con más preocupación que pasión desbordada. Son ciudadanos del mundo y muchos viven lejos de sus patrias de origen, aunque escriben controversialmente sobre ellas. Y casi todos provienen del periodismo, donde aprendieron el oficio y la desconfianza. 

"Hace veinte años eras escritor a pesar del mundo -dice Moya-. Ahora eres una especie de celebridad. Por eso, contra lo que más luchamos ahora los escritores es contra el puterío." El último y descarnado vocablo alude a los egos destructivos de los críticos y de algunos colegas, y también a la cultura del dinero y del marketing que empieza a rodear a los que simplemente escriben porque no podrían vivir sin hacerlo. 


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