El arte africano sufre en cierto modo de invisibilidad. Pero existe un arte africano que, poco a poco, empieza a ser mostrado, expuesto, visible y apreciado, al que se aplican los mismos criterios que a otras muestras artísticas. Esta emergencia se debe en parte a la labor de galerías como La Galerie Africaine, con propuestas muy claras: permitir a los visitantes sentir y comprender que la calidad y el alcance de las obras de los artistas africanos merecen el reconocimiento internacional.
En adelante, adquirir arte contemporáneo africano debería ser tan natural como adquirir cualquier otra expresión artística. El artista africano debería ser reconocido, no sólo por sus raíces, sino por su talento y su creación. Para conseguir estos objetivos, hay que descubrir primero al artista en África.
Es lo que lleva haciendo Aude Minart desde hace más de quince años. Naturalmente esto implica una inversión material y personal, que a menudo se intenta paliar seleccionando a artistas de la diáspora porque son de fácil acceso o eligiendo las obras a través de catálogos o Internet. “Cuando voy a países, como Congo, Camerún o Senegal, procuro visitar el máximo posible de talleres de arte, independientemente de que los artistas sean conocidos o no. Allí, el boca a boca funciona bien pero puede ser un arma de doble filo. Los artistas se conocen entre sí y a veces, por amistad, me presentan más a sus amigos que a artistas de gran calidad”, nos dice.
PINTURA
En esta disciplina, las mujeres, aunque en minoría, se revelan cada vez con más fuerza. Es el caso de la senegalesa Aïcha Aïdara, que elabora sus cuadros a base de hilos. Artista plástica y esteticiene, Aïcha realiza sus cuadros como un pájaro construye su nido. Pega los hilos, los extiende, crea motivos, impone la belleza, los ritmos y sus colores construyendo su espacio. El trabajo de Aïcha representa un estudio sobre los hilos de África, muy importantes para las mujeres porque el paño tejido forma parte del patrimonio cultural. Destaca también otro senegalés, Camara Gueye.
Sus pinturas sobre lienzo y los dibujos sobre papel reflejan un mundo imaginario lleno de poesía y de sueños mezclados con el caos urbano de la periferia de Dakar. Ante la violencia, muestra en contraposición un toque de dulzura, erotismo y esperanza. Es el mensaje cifrado de un artista que pasa por la existencia sin excesos ni excentricidades al ritmo de una obra joven pero ya madura y llena de promesas. También está el veterano artista Armedy Kré Mbaye de Senegal, que perteneció en los 70 a la Escuela de Dakar. Ha evolucionado desarrollando un trabajo entre lo abstracto y lo figurativo. Concretamente, representa a la confidente de su madre, Mame Faré. Kré se considera un pintor torturado, profundo, que fuera de los periodos fulgurantes pinta poco.
Cierra la saga senegalesa de esta sección Mamadou Saadio Diallo. Artista comprometido, Saadio utiliza la técnica abstracta. Aquí ilustra uno de los problemas del momento: la inmigración clandestina. Observar los cuadros de Saadio es como leer unas tablillas de jeroglíficos. Magnífico, pero reservado para los entendidos. Iniciado por su familia en los signos peul, utiliza a su vez unos símbolos para expresar la evolución de su sociedad y la pérdida de lo sagrado en los ritos tradicionales.
De Camerún llega Émile Youmbi cuyos cuadros son alegres y con una extensa gama cromática. Explora la memoria a través de la pintura y la escultura. En Reflejos, por ejemplo, ofrece pinturas que presentan una nueva visión del álbum de fotos, lugar de memoria familiar por excelencia. Todo empieza por unas sombras, reflejos del hombre en su sociedad, tanto tradicional como moderna. Sombras para recordar las cosas de cara a un mejor acercamiento a la sombra evolutiva que es el ancestro.
Entre los artistas más sorprendentes está Bill Kouelany, de Congo-Brazzaville, seleccionado para la Documenta de Kassel (Alemania). En El Yacente, el primer plano presenta el cuerpo de un ser humano tendido en el suelo. El cuerpo parece desnudo, mostrando la intimidad del ser. Por otra parte, los brazos parecen arrancados y las piernas rotas de un cuerpo que ya no vive. Todo ello a partir de superficies de color azules y rojas. En la parte inferior izquierda cuelga un trozo de tela parcialmente roto, como muestra de la relación física del artista con la pieza, a modo de grito o acusación. Tres guerras en diez años en su país, el éxodo forzoso y la violencia no dejan indiferente al artista.
ESCULTURA
Las obras presentadas en Art Madrid no se limitan a apoyar una serie de temas o reflejar unos sistemas de signos. Expresan sobre todo una voluntad común de cambiar las formas y los espacios.
Dos artistas senegaleses han sido seleccionados para esta sección: Seni Awa Camara y Cheikh Diouf. La primera, una alfarera procedente de la región de Casamance cuyas esculturas en terracota suscitan interés internacional desde hace muchos años. El director de cine Fernando Trueba ha realizado un documental sobre su trabajo en Los hijos de Seni. El carácter personal y original de sus esculturas en arcilla evocan figuras maternales, animales, escenas de la vida cotidiana, personajes fantasmagóricos y realistas.
El segundo es un escultor cuyas obras moldeadas merecen especial atención. Sus esculturas de talla humana tienen unos ademanes inspirados en la vida cotidiana. Este arte rechaza los límites formales. Despoja y carga a la vez los cuerpos: los bustos de sus personajes se construyen como un esqueleto a partir de barras y fibras metálicas. En cambio, la parte superior se concentra con un material rojizo principalmente hecho de fibras y de tierra mezclada.
FOTOGRAFÍA
En esta disciplina, La Galerie Africaine ha presentado a Dicko Saidou, de Burkina Faso, también conocido como ‘el ladrón de sombras’, que tras haber probado con la pintura ha encontrado otra vía de expresión: la fotografía. Una serie de Le Tour du Faso se presentó en Art Madrid. El fotógrafo se convierte en ‘el ladrón de sombras’ que aguarda varias horas el paso de la buena silueta, que tenga la buena postura, la que es “digna” de ser impresa sobre la materia.
En adelante, adquirir arte contemporáneo africano debería ser tan natural como adquirir cualquier otra expresión artística. El artista africano debería ser reconocido, no sólo por sus raíces, sino por su talento y su creación. Para conseguir estos objetivos, hay que descubrir primero al artista en África.
Es lo que lleva haciendo Aude Minart desde hace más de quince años. Naturalmente esto implica una inversión material y personal, que a menudo se intenta paliar seleccionando a artistas de la diáspora porque son de fácil acceso o eligiendo las obras a través de catálogos o Internet. “Cuando voy a países, como Congo, Camerún o Senegal, procuro visitar el máximo posible de talleres de arte, independientemente de que los artistas sean conocidos o no. Allí, el boca a boca funciona bien pero puede ser un arma de doble filo. Los artistas se conocen entre sí y a veces, por amistad, me presentan más a sus amigos que a artistas de gran calidad”, nos dice.
PINTURA
En esta disciplina, las mujeres, aunque en minoría, se revelan cada vez con más fuerza. Es el caso de la senegalesa Aïcha Aïdara, que elabora sus cuadros a base de hilos. Artista plástica y esteticiene, Aïcha realiza sus cuadros como un pájaro construye su nido. Pega los hilos, los extiende, crea motivos, impone la belleza, los ritmos y sus colores construyendo su espacio. El trabajo de Aïcha representa un estudio sobre los hilos de África, muy importantes para las mujeres porque el paño tejido forma parte del patrimonio cultural. Destaca también otro senegalés, Camara Gueye.
Sus pinturas sobre lienzo y los dibujos sobre papel reflejan un mundo imaginario lleno de poesía y de sueños mezclados con el caos urbano de la periferia de Dakar. Ante la violencia, muestra en contraposición un toque de dulzura, erotismo y esperanza. Es el mensaje cifrado de un artista que pasa por la existencia sin excesos ni excentricidades al ritmo de una obra joven pero ya madura y llena de promesas. También está el veterano artista Armedy Kré Mbaye de Senegal, que perteneció en los 70 a la Escuela de Dakar. Ha evolucionado desarrollando un trabajo entre lo abstracto y lo figurativo. Concretamente, representa a la confidente de su madre, Mame Faré. Kré se considera un pintor torturado, profundo, que fuera de los periodos fulgurantes pinta poco.
Cierra la saga senegalesa de esta sección Mamadou Saadio Diallo. Artista comprometido, Saadio utiliza la técnica abstracta. Aquí ilustra uno de los problemas del momento: la inmigración clandestina. Observar los cuadros de Saadio es como leer unas tablillas de jeroglíficos. Magnífico, pero reservado para los entendidos. Iniciado por su familia en los signos peul, utiliza a su vez unos símbolos para expresar la evolución de su sociedad y la pérdida de lo sagrado en los ritos tradicionales.
De Camerún llega Émile Youmbi cuyos cuadros son alegres y con una extensa gama cromática. Explora la memoria a través de la pintura y la escultura. En Reflejos, por ejemplo, ofrece pinturas que presentan una nueva visión del álbum de fotos, lugar de memoria familiar por excelencia. Todo empieza por unas sombras, reflejos del hombre en su sociedad, tanto tradicional como moderna. Sombras para recordar las cosas de cara a un mejor acercamiento a la sombra evolutiva que es el ancestro.
Entre los artistas más sorprendentes está Bill Kouelany, de Congo-Brazzaville, seleccionado para la Documenta de Kassel (Alemania). En El Yacente, el primer plano presenta el cuerpo de un ser humano tendido en el suelo. El cuerpo parece desnudo, mostrando la intimidad del ser. Por otra parte, los brazos parecen arrancados y las piernas rotas de un cuerpo que ya no vive. Todo ello a partir de superficies de color azules y rojas. En la parte inferior izquierda cuelga un trozo de tela parcialmente roto, como muestra de la relación física del artista con la pieza, a modo de grito o acusación. Tres guerras en diez años en su país, el éxodo forzoso y la violencia no dejan indiferente al artista.
ESCULTURA
Las obras presentadas en Art Madrid no se limitan a apoyar una serie de temas o reflejar unos sistemas de signos. Expresan sobre todo una voluntad común de cambiar las formas y los espacios.
Dos artistas senegaleses han sido seleccionados para esta sección: Seni Awa Camara y Cheikh Diouf. La primera, una alfarera procedente de la región de Casamance cuyas esculturas en terracota suscitan interés internacional desde hace muchos años. El director de cine Fernando Trueba ha realizado un documental sobre su trabajo en Los hijos de Seni. El carácter personal y original de sus esculturas en arcilla evocan figuras maternales, animales, escenas de la vida cotidiana, personajes fantasmagóricos y realistas.
El segundo es un escultor cuyas obras moldeadas merecen especial atención. Sus esculturas de talla humana tienen unos ademanes inspirados en la vida cotidiana. Este arte rechaza los límites formales. Despoja y carga a la vez los cuerpos: los bustos de sus personajes se construyen como un esqueleto a partir de barras y fibras metálicas. En cambio, la parte superior se concentra con un material rojizo principalmente hecho de fibras y de tierra mezclada.
FOTOGRAFÍA
En esta disciplina, La Galerie Africaine ha presentado a Dicko Saidou, de Burkina Faso, también conocido como ‘el ladrón de sombras’, que tras haber probado con la pintura ha encontrado otra vía de expresión: la fotografía. Una serie de Le Tour du Faso se presentó en Art Madrid. El fotógrafo se convierte en ‘el ladrón de sombras’ que aguarda varias horas el paso de la buena silueta, que tenga la buena postura, la que es “digna” de ser impresa sobre la materia.
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