lunes, 26 de enero de 2009

ENGÁÑAME QUE ME GUSTA

Por Jorge Fernández Díaz 
Director de adnCULTURA

Cada vez que viene a la Argentina el escritor y periodista Mario Diament, que vive desde hace muchos años en Estados Unidos, nos comemos unas pastas o unos bifes, nos ponemos a tono con las últimas novedades de la profesión y de la vida y, sin quererlo, derivamos fatalmente en algún momento hacia la historia de Nahuel Maciel. No puedo entender qué morbo nos termina conduciendo, aunque sea para mencionarlo irónicamente al paso, a ese increíble personaje que llevó a cabo una de las más audaces falsificaciones de la historia del periodismo escrito. Mario era editor y tuvo que ponerles el pecho a las balas. Nahuel Maciel, por entonces un joven absolutamente desconocido, se presentó como un mapuche y con un anzuelo irresistible: podía entrevistar por sus contactos a grandes escritores del mundo. La causa indígena abre el corazón de las más difíciles figuras del Olimpo literario. Fue así como "entrevistó" a varios narradores del nivel de Juan Carlos Onetti y Mario Vargas Llosa. Con Gabriel García Márquez la cosa pasó a mayores: una serie de largos y apócrifos diálogos por fax convencieron al intrépido entrevistador de compilarlos en un volumen único, cuyo prólogo fue "escrito" por Eduardo Galeano y presentado con pompa y circunstancia en la Feria del Libro. 

Fue precisamente Galeano quien, consultando en la Biblioteca del Congreso estadounidense, descubrió un texto ajeno que se le atribuía. Las cartas del castillo fueron cayendo una a una, el libro fue retirado de circulación y hubo que pedir disculpas a los lectores y devolver a Nahuel Maciel al ostracismo del que nunca debió haber salido. 

La reflexión que siempre nos asalta, al recordar aquel sonado escándalo, es que los impostores, como los finos mentirosos, son grandes artistas de la fabulación y trabajan sobre nuestros deseos inconfesables: los deseos inconscientes de ser engañados. Vienen así a cumplir nuestros sueños más delirantes. Sabemos que es imposible comprar un Quinquela o conseguir aquel libro inhallable o aquella entrevista imposible, pero creemos porque queremos creer y porque nos nubla la ambición. Y luego somos castigados. 

En la base de esa debilidad humana está la falsificación en el arte, que aborda en esta edición de adncultura una especialista: Delfina Helguera, una argentina que se recibió de licenciada en Letras en la UBA, pero que trabajó y se formó en Sotheby´s, que forma parte de la carrera de curaduría de la Philadelphia University y que integra la Comisión de Amigos del Malba. Además de todo eso, Delfina es una persona encantadora con una gran capacidad didáctica. Durante años dio a sus alumnos esta verdadera clase magistral de falsificadores en el arte, y cuando la narró en el living de su casa, me di cuenta de que era fascinante y que los lectores no debían perdérsela. 

Trabajan también en esta producción Ángel Navarro, especialista en pintura holandesa, consultor internacional y profesor de la UBA, y Álvaro Castagnino, presidente de la Asociación de Galerías. La batuta, como siempre en estos casos, estuvo a cargo de Alicia de Arteaga. 

Verán que se trata de una historia llena de engaños y sorpresas. 

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