jueves, 5 de junio de 2008

RELATO HABANERO

Siguiendo con el tema de veinteañeros de la Habana, mi amigo Mauricio, cuenta lo que allá se vive. Esta es la primera parte. Mañana, la segunda.

Anabel triple A.
De Félix Mauricio Sáez Rodríguez.

Héctor Vidal lleva días considerando la idea de irse a vivir un tiempo solo, alquilar un sitio e instalarse. No es que con el tío Gonzalo las cosas vayan mal, es solo que desea cambiar de aire. Salirse un poco, relajarse. También esta el tema Anabel. Anabel Álvarez Ansizar. Triple A. Llevan varios días saliendo. Casi un mes y Héctor Vidal se siente muy implicado. Más de lo que nunca espero de una historia que comenzó en un baño.

Anabel es súper especial. Linda, con unos rizos de peluquería estilo descuido que caen como cascadas a cada lado de su cara. Anabel estudia tercero de psicología y esta en esa edad en que las muchachas lo creen saber todo sobre el mundo y en consecuencia actúan. Anabel tiene veinte y dos.

Ahora Héctor Vidal esta sentado en una de las mesas del fondo del café literario de la esquina que forman las calles 23 y G al encontrarse. Bebe una cerveza. Una corona que compro en el estanco de enfrente y espera por un tal Yorick. Un gay amigo de Mauricio que tiene un apartamento muy bueno en la zona norte de Nuevo Vedado y anda como loco buscando con quien compartir el gasto.

-¿Y este tipo, el tal Yorick o Jorick o como quiera que se llame es buena onda?

-Claro que es buena onda compadre. Es amigo mío.

-Por eso mismo es que te pregunto. Por que es amigo tuyo.

Mauricio garantizo al hombre empeñado su palabra.

Así que nada. Héctor Vidal fuma su cigarro tranquilo y bebe a sorbos su cerveza. Lo hace directamente de la botella. La cita se a fijado por teléfono para las tres y media de la tarde y aunque no lleva reloj sabe que su futuro casero esta retrazado.

- A mi me reconocerás nada mas verme. Tengo la cabeza rapada y perilla. Siempre llevo un bolso negro de adidas. Con la descripción de ti que me dio Mauricio yo te ubico al momento.

La conversación telefónica entre Héctor Vidal y el tal Yorick no duro más de un minuto.

- Mañana en el G Café a las tres y media.

- Ok.

Dos muchachas con pinta de latinas metidas dentro de unas batas de medico y pantalones azules de tela de caqui entran al café. Saludan con besos en las mejillas a dos jóvenes también de rasgos sudamericanos. Luego se sientan junto a ellos. La camarera, una negra de pechos firmes como toronjas cortadas al medio y piernas fuertes y bien torneadas corre a atenderlos. Héctor Vidal observa la escena como quien observa un televisor encendido al otro lado de una vidriera. Luego mira afuera a través de la celosía. Mira hacia la calle G. Observa a la gente que camina sobre la vereda. Los amantes en los bancos. Luego regresa a su cerveza.

Anabel también debe llegar en cualquier momento.

- Yo voy a ir a ver lo de la casa contigo por que no me voy a meter en cualquier lugar, ni con cualquiera. Yo tengo que saber con que clase de personas voy a convivir. A mi no me importa si es gay, marciano o anfibio. A mi lo único que me interesa es que sea una persona buena que va a respetar mi espacio y valorar mi intimidad.

Anabel habla a veces como una esposa. Héctor Vidal se lo achaca a la edad. Al hecho de que es esta la primera vez que la muchacha rompe con las reglas de su casa y se lanza a la aventura.

-Además yo fui la de la idea de buscarnos un lugar para nosotros dos ¿O no? Así que mañana esperas con el tal Norick o Jorick o como sea que se llame en el G Café a que yo salga de la escuela y nos vamos los tres juntos a Nuevo Vedado.

Con un gesto de la mano Héctor Vidal capta la atención de la camarera. Esta se acerca con una sonrisa de carmín dibujada en el rostro.

- Un americano por favor-le encarga.

El lugar esta repleto de gente. Estudiantes extranjeros, cubanos haciendo el artista incomprendido. Otros con la pinta típica del creador subvencionado por el estado, un loco sucio y desgarbado que hace mímica. Una mujer sola que lee. La camarera se retira. En el audio del local Joaquín Sabina canta Una de piratas. Héctor Vidal revisa en su teléfono el apartado de los mensajes.

Mensaje uno: “¿Amore donde andas? Por favore comunícate”. Mensaje dos: “Te necesito. Párlame”. Mensaje tres: “Por favore dime si ya no me quieres. Cuéntame que pasa. ¿Necesitas dinero? Dame una señal”.

Hace ya casi quince días que Héctor Vidal no le escribe ni un simple “Hola como estas” a Beatrice. Cierra el teléfono y se lo guarda en el bolsillo justo en el momento en que la camarera regresa con el americano en una mano y la azucarera en la otra Anabel aparece. Esta hermosa. Besa en la boca a Héctor Vidal, encarga un capuchino y se sienta de espaldas a la puerta. Despreocupada, feliz. Cuelga el bolso del espaldar de la silla y cruza las piernas.

-¿Cómo te ha ido?

-Normal, ya sabes. Aburrida en medio de esa conferencia sobre psicología educativa. Con ganas de verte y pensando en mil y una cosas ¿Y tu?

-Como siempre.

-¿Pasaste por lo del Duende?

-Si.

Anabel ama el mundo accidentado y veloz de Héctor Vidal. Le fascina. Anabel lo tiene todo muy claro. Sabe que las fiestas, los helados, las cenas a media noche en el barrio chino, las cervezas y la marihuana que Héctor Vidal compra al Duende las paga Beatrice desde Italia. Anabel solo quiere pasarla bien. Así que no aplica ningún tipo de código moral o ético a su relación con Héctor Vidal. Algún día este pondrá el punto final y ella seguirá su camino. Mientras tanto ningún remilgo feminista o impulso solidario para con la otra le harán renunciar a ser feliz y divertirse.

Finalmente el tal Yorick aparece envuelto en una nube de sonrisas y muchachas bellas, bien vestidas y cuidadas. Diferentes todas. Una alta con tipo de modelo, otra con el pelo rojo y ojos verdes que cojea de la pierna derecha y una tercera, una negra grande como una jugadora de bollyballl , fuerte como una lanzadora de martillo, luciendo un afro hirsuto y embutida en una falda súper diminuta de mezclilla azul. De primera impresión el Yorick parece ser un tipo agradable y desenvuelto. Va de alhajas y complementos y es dueño de una parla florida a medio camino entre el amaneramiento y la corrección.

Héctor Vidal le invita a una cerveza. La corte de chicas se retira a otra mesa dejando tras de si una estela de palabras que se desvanecen en el aire y se mezclan con la música.

Anabel se muestra afable mientras se deja alagar el tal Yorick

- Que linda es tu novia – dirigiéndose a Héctor Vidal primero. Luego directamente a ella -eres muy muy bonita. ¿Sabes? Va a ser un regalo compartir casa con ustedes.

- Gracias. Ojala y este pesadotoma la mano derecha de Héctor Vidal entre las suyas y la aprieta suave pero con presión - este cromagnon se comporte a la altura.

Héctor Vidal tiene ganas de preguntarle a que altura se refiere. De que pinga esta hablando. Se contiene.

- Yo soy un maricón muy extraño.- ataca Yorick- Mis amigos son hombres todos. A mí nunca me vas a ver rodeado de plumas. Para flojera. Mujeres.

La charla se prolonga por casi veinte minutos. El Yorick trabaja como productor y relaciones publicas en una galería. También organiza raves y de vez en vez – Muy esporádicamente- remarca orgías blandas. Mítines entre gente bien alante deseosa de experimentar y compartir.

La muchacha del pelo rojo y la pierna chueca se acerca a la mesa que comparten Héctor Vidal y Anabel con el Yorick.

- Hola – todos le miran – permiso – tiene la voz fina, como un hilo. Al hablar parece que trina dando la impresión de que en cualquier momento se puede romper.

Abrasado a la muchacha del pelo rojo y la pierna chueca Yorick se va al fondo del café donde sentadas tras sus tazas de café esperan la negra del afro y la modelo.

- ¿Te gusta ella?

- No particularmente.

- No particularmente.

- Ya.

El Yorick regresa al instante.

-¿Nos movemos?

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