miércoles, 28 de mayo de 2008

El día en que el hip hop se apoderó del mundo

ray_iceman

"Es mi pesadilla, un dia, mi hija llega a casa acompañada por un tipo de dientes de oro, un pañuelo amarrado en la cabeza, los brazos reventando de músculos y una actitud desafiante: un rapero. Y me dice -Papá, nos vamos a casar. La pesadilla empeora porque, antes de darme cuenta escucho el sonido de los piecitos de su prole que me ahogan con el sonido de mi propia hipocresía, porque, de joven, también yo era un egreído, un cabeza dura sumergido en mi propia música y mis propios sonidos. Asi que maldigo el día en que vi su rostro, un reflejo del mío, y lamento el día en que escuché su nombre porque me doy cuenta de que el rap -una música aparentemente si melodía, sensibilidad, instrumentos, métrica o armonía, una música sin principio, medio, final, música que ni siquiera parece música- es lo que reina en el mundo. Un mundo que ya no es el mío, sino suyo, y es el mundo en el que vivo: un planeta hip-hop"

Asi comieza
James McBride su excelente artículo "Planeta hip-hop" incluido en la revista National Geographic de este mes de abril (su página web en inglés incluye todo el artículo). El reportaje me ha dejado cautivado por su investigación, su redacción y también la traducción. McBride realiza una excelente investigación rastreando los orígenes del hip-hop en dos historias, la corta que nos remite al famoso Bronx de Nueva York en 1970 donde los negros empezaron todo, y la larga que hunde sus orígenes en Africa y su historia repleta de esclavitud y opresión. McBride dice:

"Hui de esta música durante 26 años porque era todo lo que yo creía que era, y más de lo que soñé que podía ser, pero principalmente, porque representaba todo aquello que yo quería dejar atrás [...] Imagínese a un hombre en llamas [...] Entra en su habitación y usted extingue el fuego. Después llega otro [...]. Entonces llegan dos, tres, cuatro, cinco, diez. Usted extingue el fuego de todos y luego los envía al hospital, Ahora imagínese que nadie se toma la molestia de averiguar por qué los hombres se incendiaron. Esa es la historia del hip-hop"

Y es que en realidad la verdadera raíz es la protesta ante la opresión e injusticia y la necesidad de desahogar esos sentimientos. Es increíble encontrar trazas de los elementos de la música africana en casi prácticamente todos los géneros de hoy. Desde la música electrónica, pasando por el jazz y r&b, hasta el fastidioso reggaeton, las raíces de los negros (y no lo uso para discriminar) no dejan de estar presentes. Su legado de dolor ha trascendido en el mundo. Como decía Olallo Rubio en uno de sus podcast, ¡qué hubiera sido de México si hubiéramos tenido una mayor influencia de raza negra en la colonización!
Sin embargo, en campos musicales tan amplios tampoco podemos negar los aspectos negativos, como el hecho de que toda la música tiene su versión comercial, que suele ser la que normalmente abunda. También tiene su lado negro y el hip hop más derivados no son la excepción pues muchas canciones alaban la violencia y racismo en diversos niveles, insultan, ofenden, alardean. Como dice McBride:
"En sus mejores momentos, el hip-hop expone el vacío moral que es el legado de nuestra generación."

La página de National Geographic ofrece también otros recursos como
imágenes y elementos multimedia, aunque no estoy muy seguro de hasta cuando estarán ahí. La revista también es muy recomendable, pues contiene una grande cronología muy bien lograda que resume a partir de las raíces africanas las ramificaciones que fueron surgiendo en cuestión de géneros musicales hasta nuestros días. La revista también recomienda echar un vistazo a la página de national geographic sobre música del mundo en la sección de hip-hop.

Concluyo la entrada con las palabras finales de McBride:
"Hoy en día, 2% de la población adulta de la Tierra es dueña de más de la mitad de su riqueza, y las culturas indígenas se ven engullidas con la misma velocidad con la que un adolescente devora una bolsa de papas fritas. La música llama. Al paso de los años, los instrumentos cambian, pero el mensaje es el mismo. Los tambores retumban en señal de alarma. Nos dicen algo. Nuestros hijos pueden escucharla. La preguntas es: ¿podemos nosotros?"

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